WLw a imparable escalada, que se ha agudizado en las últimas semanas, del cambio del euro con relación al dólar ha disparado todas las alarmas a ambos lados del Atlántico. La baja cotización del billete verde --ayer rozó el récord de 1,57 dólares por euro-- tiene consecuencias indeseadas para ambas economías. Para la norteamericana, porque su moneda deja de ser refugio como referencia planetaria. EEUU puede exportar a precios más competitivos, pero no deja de ser un triste consuelo porque su astronómico déficit comercial se dispara por la debilidad de su moneda. A Europa, por su parte, le cuesta cada vez más exportar y debe fiar su apuesta de futuro en la competitividad de su economía, que es limitada por factores muy diversos, y en moderar los efectos de una energía cada vez más cara.

El pernicioso desequilibrio euro-dólar puede, además, acentuarse a corto plazo si la Reserva Federal de Estados Unidos decide el próximo día 20, como es previsible según los analistas financieros, una fuerte bajada de los tipos de interés, situados ahora en el 3%, cuando el Banco Central Europeo los mantiene al 4%. Un mayor diferencial en el precio del dinero podría acentuar la creciente debilidad de la moneda norteamericana.

Lo ideal para ambas economías, que son los motores planetarios junto con los países asiáticos, sería que el precio del dinero fuera fluctuando de manera pareja en América y Europa, pero las políticas en este terreno son divergentes, porque en Washington la prioridad es evitar la recesión, mientras que en Europa la obsesión es la de mantener controlados los precios, objetivo complejo cuando los de las materias primas --especialmente, el petróleo-- registran una escalada sin precedentes.

Los mandatarios de la Unión Europea, reunidos en Bruselas, trataron de mandar ayer un mensaje optimista a los ciudadanos, conscientes de que en la actual coyuntura influyen decisivamente los factores psicológicos. En Europa, dicen, han bajados los déficits públicos, se crea empleo y los estados están menos endeudados. Es decir, hay una buena base para hacer frente al temporal. La UE quiere también quitar la razón a quienes echan de menos políticas activas de lucha contra las subidas incontroladas de productos de primera necesidad, como la leche. Se trata de un debate muy vivo en España, donde en la reciente campaña electoral el PP ha acusado al Gobierno del PSOE de pasividad ante la inflación y el aspirante popular a la Presidencia del Gobierno hizo llamativo hincapié en los debates televisados sobre el precio de los productos básicos. En una economía de mercado, los gobiernos tienen una capacidad limitada para intervenir en los precios, pero harían bien en apurar todas las posibilidades introduciendo más competencia. Es lo que les demanda la opinión pública. De todo ello depende que no despierte nuestro peor fantasma: el desempleo.