TLtas heridas han quedado abiertas y van a supurar durante mucho tiempo. En un mundo en el que los conflictos se retransmiten en directo, las imágenes son aceleradoras de pasiones. Los dibujos satíricos de Mahoma han servido de carteles publicitarios para la exaltación de las creencias ancestrales del Islam hasta convertirlas en movilización de un fanatismo creciente. Frente a esta realidad, Europa ha mantenido sus principios de defensa intransigente de la libertad de expresión por encima de la necesidad de evitar la confrontación con otras culturas. Pero casi ninguno de los que han defendido el derecho a publicar las caricaturas por encima de la prudencia, para evitar el conflicto, haría un editorial contra los intereses económicos de su empresa aunque estuviera convencido de ello. La libertad de expresión tiene su límite en algo tan sencillo y tan difícil de calibrar como el sentido común.

Ahora aparecen fotos de soldados británicos maltratando a adolescentes en Basora (Irak) y estamos pendientes de la forma en la que occidente lidia el reto nuclear de Irán mientras Hamas cavila el momento y la composición del Gobierno de Palestina. Las noticias de Irak no son cosa distinta de la enumeración de nuevos atentados suicidas que alimentan la contabilidad de las víctimas. Si Europa desea tener una política exterior propia, este es el momento de empezar a ejecutarla. El problema está en saber si personalidades tan distanciadas como Tony Blair, Jacques Chirac, Angela Merkel, Silvio Berlusconi y José Luis Rodríguez Zapatero pueden tener un mínimo común suficiente para dibujar un escenario de actuación de Europa que tenga coherencia y continuidad. En un momento en que Estados Unidos está en una complicada pinza entre su encharcamiento de Irak y el reto en Irán, Europa tendría muchas posibilidades de jugar sus bazas si tuviera una sola baraja.

*Periodista