XSxe trataba de unas elecciones europeas, pero habían sido planteadas en distintos estados de la UE como exámenes a sus respectivos gobiernos. El resultado, un 55% de abstención, habla por sí sólo. En relación con comicios anteriores, hemos retrocedido. Las explicaciones, al maestro armero. Es decir, que tendremos que dedicarnos a convencernos de que Europa es algo más que una abstracción o un gran mercado económico si queremos avanzar. Muchos --bueno, algunos-- han hablado de la Europa social, de la Europa política, de la maravillosa idea para unirnos y constituir, con nuestras peculiaridades y diferencias, una confederación de naciones unidas bajo el mismo ideal: que prevaleciesen los valores emanados de las esencias democráticas europeas, del Estado de bienestar, de la necesidad de la solidaridad y la integración, de la inexcusable alianza --a la vez que sirviera de contrapoder-- con los Estados Unidos de América.

Al parecer, debido al elevado número de ciudadanos que no han ´captado´ este mensaje, lo que más se ha detectado ha sido una Europa desunida, preocupada excesivamente por la lucha de los fondos de cohesión y el reparto de las ayudas: cada país luchaba por lo suyo pero no peleaba por el futuro de la UE y cuando no era la proporcionalidad o el derecho de veto, era por cuestiones filosófico-semánticas sobre la necesidad o no de recoger en la futura Constitución el término cristianismo. En definitiva, no ha entusiasmado a los votantes que no se han sentido europeos en su compromiso, sino miembros de nacionalidades que premiaban o castigaban a sus ejecutivos en esta Europa de los mercaderes, con egoísmos insuperables. Demasiada abstención, en suma, que deberá obligar a los estados miembros (a sus dirigentes, a sus ideólogos) a reconsiderar que no sólo de pan vive el hombre, aunque el pan sea imprescindible, si queremos avanzar en la construcción europea. Antes de que saltemos en mil pedazos, que nos convertirían en países a la deriva frente a los retos emergentes y poderosos de China, India, y unos EEUU incontrolados; antes, recalco, de que avancemos en el euroescepticismo y la indiferencia, y en la eliminación del proyecto.

Verdad es que la propia atonía por falta de motivación pudiera extender una pátina piadosa para enmascarar la irresponsabilidad del mensaje equivocado, que se concluiría con que Europa sigue estando lejos, aunque oigamos machaconamente que las pautas económicas se toman en Bruselas.

En España, que por supuesto es lo que más nos importa, consuelo de los dos partidos hegemónicos: el uno porque gana y el otro porque no pierde demasiado, incluso recupera algo de su voto en relación --imposible comparación, pero latente en todas las mentes-- con el 14-M. El resto (abismos de diferencia), en especial IU, siguen a la baja. Reafirmar el bipartidismo tiene sus ventajas e inconvenientes y ya habrá en estos días analistas que lo desmenucen, en especial mirando hacia los nacionalismos periféricos. Quizá sirvan, sobre todo, para que se olvide ya la cantinela del desprecio del voto emotivo, hecho con el corazón, que evidencia un acaloramiento pasional meritorio, porque también --sobre todo-- en política hay que apasionarse dentro de la convivencia y, por ende, de la tolerancia y el respeto. Ahora restan casi cuatro años para que el gobierno socialista trabaje con más tranquilidad, aun a sabiendas de que el partido en la oposición seguirá sin darle un respiro, incluidas sus malas artes, con la asignatura pendiente de la reafirmación interna (que incluso puede ser democrática) y la sombra de Aznar en un proceso freudiano (liberarse del padre) de difícil parto.

Pero, uno quiere insistir en la abstención. Verdad es que hacía calor (mucho calor en Extremadura), que era domingo, que el cansancio se había generalizado y que los candidatos no habían motivado lo suficiente --porque Europa sigue estando muy lejos-- al electorado como para acudir a las urnas. Lo mismo, en definitiva, aunque con un punto menos a nuestro favor, que en el resto de los países europeos.

Falta, en definitiva, la miaja romántica de la utopía, de transmitir el mensaje a los ciudadanos de que juntos viviremos mejor e influiremos en las decisiones en el ordenamiento de un mundo más solidario y más justo. Suena tan a tópico que da hasta vergüenza escribirlo. Pero el 55% de la abstención me anima al recordatorio.

*Periodista