Comisario europeo de Política Regional

La convención sobre el futuro de Europa que preside Valéry Giscard d´Estaing ha mantenido abierto un debate sobre el lugar de las regiones en la Unión Europea. En el momento de la redacción del proyecto de Constitución europea resulta indispensable ese debate, que parece haber alcanzado su uso de razón. En efecto, el espejismo de una Europa de las regiones, anhelado por algunos y temido por otros, acaba por desvanecerse: ¿Cómo imaginar una Europa influyente en los asuntos mundiales gobernada por más de 200 regiones? Lo más paradójico es que, al mismo tiempo, casi todos los estados europeos --incluida Francia, después de postergar esa decisión durante mucho tiempo-- parecen haber renunciado a los excesos de la centralización.

Mi deseo sería que la UE hiciese un mayor esfuerzo por reconocer esta realidad de regionalización, sin por ello inmiscuirse en la organización interna de los estados. Estoy convencido de que existe un verdadero margen para el progreso en tres direcciones:

Primera, la integración, en la médula del futuro tratado constitucional, de las grandes políticas europeas que necesitan las regiones y, sobre todo, de la política de cohesión. Sin ella, ¿cómo subsanar las desigualdades entre gentes y territorios? Con la ampliación, el número de europeos que residen en regiones menos desarrolladas (con menos de un 75% de la riqueza media europea) pasará de los 69 millones actuales a los 115 millones. Aunque no se puede olvidar que, de cada 10 de esos europeos, 4 serán habitantes de la actual Unión de los Quince. Por ese mismo motivo, no hay que desdeñar las repercusiones en las regiones de las demás grandes políticas europeas, como la política agrícola común o la de ayudas estatales.

Por ello, la UE debe modificar sus vías de actuación para conseguir que esas políticas se ajusten mejor a las realidades sobre el terreno. Propongo que se consagre en la futura Constitución europea una obligación de buena gobernanza: la consulta a los entes territoriales antes de la presentación de las propuestas, es decir, en su fase de preparación, y, nuevamente, tras la adopción de las mismas.

Algunos considerarán que semejante procedimiento es el esbozo de una relación directa de estos entes con Europa. Pero ¿no es ese diálogo lo mínimo exigible cuando la Unión Europea está asumiendo misiones de evidente impacto en la vida cotidiana de sus gentes, de sus ciudades y de sus regiones?

La segunda dirección es un mayor control del cumplimiento del principio de subsidiariedad. Habida cuenta de que las actividades de la UE rozan cada vez más de cerca las competencias de los entes territoriales, no me opongo --antes al contrario-- a que cada uno pueda, llegado el caso, requerir a la justicia europea que se oponga a los actos que quebranten el citado principio. Naturalmente, es inviable desde el punto de vista político y práctico facultar a las más de 200 regiones europeas para dirigirse al Tribunal de Luxemburgo.

Me parece, sin embargo, realista e incluso sintomático de cierta salud democrática que el estado se organice para presentar los posibles recursos. Podría, asimismo, establecerse para ello una segunda vía a través del Comité de las Regiones, órgano europeo aún demasiado poco conocido.

En la tercera dirección, y precisamente porque estamos redactando una Constitución europea, debemos plantearnos cuál es la función que deben desempeñar, si es que deben desempeñar alguna, las organizaciones internas de los distintos estados. Cada estado ha de mantener el derecho a organizarse como considere oportuno. Al mismo tiempo, para ofrecer a los estados la posibilidad de que sus colectividades territoriales participen en la aventura europea, acertaríamos si incluyésemos en la futura constitución una cláusula que garantizase el respeto, por parte de la Unión Europea, de los ordenamientos constitucionales de cada estado miembro.

La hora de las regiones en Europa es también la hora de Europa. En el nuevo edificio que se propondrá a los europeos, hemos de encontrar un lugar para las colectividades territoriales que nos permita tener más en cuenta su experiencia, su cultura y su historia.