La Europa que surgirá de la próxima ampliación el 1 de mayo, con 500 millones de habitantes y el 25% de la riqueza mundial, no puede seguir siendo el enano político que ha sido hasta ahora. Javier Solana, míster PESC, lo ha dicho de forma clara y rotunda estos días en distintos foros. Los asuntos mundiales no pueden estar en manos de una sola potencia. Mal que le pese a Bush, el unilateralismo tiene sus límites, como se ve en Irak, donde EEUU está obligado a buscar la ayuda de quienes había ninguneado para salir del atolladero en que se encuentra. Europa puede introducir en el escenario internacional el sentido común que le falta a la superpotencia y a sus acólitos, por ejemplo, cuando consideran que no hay que buscar las causas de los problemas, sino atacar sus efectos. Sin embargo, la doctrina Solana, contenida en el documento Estrategia Europea de Seguridad, necesita algunas condiciones para ser llevada a la práctica. No es gratis ni permite deserciones o transfuguismos que minen la coherencia de la UE. Europa puede y debe contribuir a dar solución a las múltiples amenazas que crecen en el mundo y a hacer que éste sea más justo y más seguro.