XTxextualmente en el capítulo II del Génesis, encontramos; "Y dijeron: Vamos, edifiquemos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre por si fuéramos esparcidos por la faz de la Tierra. Y descendió Jehová, para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de los hombres. Y dijo Jehová: He aquí el pueblo es uno y todos tienen un lenguaje: y han comenzado a obrar, y nada les retraerá ahora de lo que han pensado hacer. Ahora pues descendamos y confundamos allí sus lenguas, para que ninguno entienda el habla de su compañero. Así los esparció Jehová desde allí, por la faz de toda la Tierra, y dejaron de edificar la ciudad". Divino el humor de Dios y sutiles sus maldiciones, y a poco que uno ponga atención, escucha la carcajada divina después de los emblemáticos noes de Francia y Holanda a la Constitución europea.

Ser pragmático y hacer de la necesidad virtud es una cosa, y alardear de que todas las diversidades enriquecen, incluyendo las lingüísticas, es otra muy distinta. El respeto por lenguas y culturas, es algo sagrado, no ya para un demócrata sino para cualquier persona civilizada, pero ello no es óbice para reconocer la complejidad creciente en la gobernabilidad de un territorio cuando éstas se superponen en un número creciente. No digamos nada, de los problemas que se plantean cuando en un mismo territorio, coinciden dos lenguas y una de ellas quiere imponerse a la otra. Y en una colosal confusión semántica, se defiende desde pretendidas posiciones de Ezquerra, de izquierdas o de otras que se suponen progresistas una forzada inversión lingüística, con el pretexto victimista de haber sido antes las perseguidas.

Las grandes realidades de nuestro tiempo tienen una gran homogeneidad, que es vitalmente apoyada desde los poderes públicos. La realidad de la potencia norteamericana tiene múltiples causas, pero una de las más importantes es que de New York a Los Angeles todo el mundo habla inglés. Y en Canadá al norte, con la singularidad del Quebec francófono, en Australia, Nueva Zelanda e incluso en el Reino Unido de Gran Bretaña. Es más, el espectacular desarrollo irlandés, tiene mucho que ver con el realismo lingüístico de los nacionalistas irlandeses, que aun reconociendo el gaélico, que actualmente lo hablan cincuenta mil personas, le dieron al inglés una posición que les está permitiendo prosperar con rapidez. Incluso, paradojas de la historia, muchos jóvenes europeos acuden a Irlanda a aprender inglés.

En la Babel europea, con mucho esfuerzo e inteligencia, se está pretendiendo salvar diferencias y compaginar intereses, buscando un espacio geográfico, un tanto indeterminado de prosperidad y fortaleza, en el que las grandes potencias europeas, Francia y Alemania, de manera principal, y Reino Unido e Italia, por distintas razones en segundo lugar, pudieran tener una hegemonía económica y política, escudándose en la OTAN para la defensa de este espacio. Esto no resta para que intelectuales como Schumam o Spaak , soñaran con la supranacionalidad europea, y que muchos estemos enamorados de este sueño, pero el amor ya se sabe es ciego y poco realista.

Contemplar los actuales consejos de ministros de la UE, uno de los órganos más importantes de gobernabilidad de la Unión, no da precisamente tranquilidad alguna, veinticinco ministros, cuando no veintisiete, más la comisaria, con cinco minutos por intervención, igual tiempo para Alemania con ochenta y tres millones de habitantes, que Malta con trescientos mil, no parece el mejor método para entenderse. Y esperando, justamente esperando por otro lado, ucranianos, bielorrusos, croatas, bosnios-herzegovinos, serbios, macedonios, albaneses y los turcos aporreando la puerta, y si entran complicado y si no entran peor. Forzoso admitir la complejidad de la situación.

Si además, la pertenencia a la UE se plantea solamente en términos contables, el futuro comienza a ser muy preocupante mas allá de los noes de Francia y Holanda.

*Ingeniero y director generalde Desarrollo Rural del MAPA