Pasados los primeros momentos de estupor por el resultado del referéndum británico y visto que los populistas se alejaban de la posibilidad de gobernar en España, las instituciones europeas respiraron tranquilas. Lo primero había ayudado a lo segundo. El votante moderado español había preferido evitar la incertidumbre de una eventual salida de la Unión Europea. Este detalle demuestra la importancia que tiene Europa para nuestro país.

El nuevo estatus creado por esta secesion debe ayudar a sentar los cimientos de una nueva Europa. Los padres de la UE despertaron la vieja idea de construir un espacio de libertad y progreso. Sin embargo, la utopía inicial se ha ido perfilando a lo largo de los años y, fruto de sus contradicciones, han nacido dos corrientes bien diferenciadas: la que pregona una mera asociación de Estados para alcanzar objetivos político-económicos de largo alcance y la que se inclina por una construcción de tipo federal o confederal, con poderes autónomos y un parlamento plenamente legislativo. Junto a estos convivían los que, celosos de su soberanía, aspiraban al mero establecimiento de un mercado único. Ahora, estos últimos han decidido decir bye. Una de las razones por la que los británicos han votado su salida de la UE obedece al marasmo de confusión producido por la internacionalización de la economía y el temor a no poder controlar determinados procesos (entre ellos, la emigración). Y, de hecho, el estudio sociológico del voto demuestra que el Brexit ha sido la victoria de la xenofobia, el populismo y el patrioterismo (la Gran Bretaña profunda). Los jóvenes, que mayoritariamente han votado por la permanencia, se quejan --y con razón-- de que esta decisión lastra su futuro.

Tras este fiasco, podemos caer en la tentación de pensar que la idea de una Europa unida, que hasta ahora era el viento que impulsaba al viejo continente hacia un destino común de libertad, igualdad y bienestar, puede desmoronarse. No es así. El Brexit puede ser una mala noticia para Europa, pero es peor para el Reino Unido. De todas las crisis nacen oportunidades. Es el momento de cambiar los presupuestos sociales y económicos de la Unión. Lo que ahora procede es plantearse la refundación de una UE con nuevos valores. En otras palabras: fomentar el espíritu de solidaridad; hacer más cercanas y transparentes las instituciones europeas; dar más poder a los pueblos; olvidarse de tantos criterios economicistas y pensar más en las personas. En fin, hacer que Europa vuelva a enamorarnos.