Profesor

Y nosotros nos quedamos con el rabo entre las piernas, suplicando, como aquel impedido mientras se deslizaba en su silla de ruedas cuesta abajo y sin frenos: ¡Virgencita, que me quede como estaba!

Repasando el calendario, pocas, muy pocas oportunidades le quedan a España para recomponer algún trozo de su entidad en la Unión Europea. Y lo que es peor, el señor Aznar tiene aún un mes para seguir dinamitando el proyecto más importante que el viejo continente haya emprendido en su historia.

Ahora que Irlanda intenta recuperar el diálogo, acercar posturas y aunar voluntades en el terreno más difícil, el político, y conseguir de una vez por todas una Constitución que nos permita seguir el camino de la ampliación, que nos una realmente en cuestiones tan importantes como el nuevo orden mundial, la cooperación con los países del Tercer Mundo o la conservación del medio ambiente, que evite las posturas unilaterales en situaciones tan graves como la guerra de la antigua Yugoslavia o la invasión de Irak, que tenga un peso específico importante a la hora de frenar y reconducir la globalización salvaje, ahora se descuelga Aznar con su original proyecto de la Europa atlántica. Eso sí, sólo del norte del océano, que ahora somos ricos. Los del sur, como Africa, como el resto del mundo, serán nuestros mercados y gracias.

Si su idea de España le ha llevado a exacerbar los nacionalismos y a dejar el mapa a punto de romperse en pedazos, la de Europa es, simplemente, inexistente.

En estos ocho años de PP, España ha visto cómo se reducía su presencia en Europa, aun a pesar de contar con exministros españoles en puestos importantísimos, como Solana, De Palacio o Solbes. Ver a Aznar en la televisión después de una reunión del Consejo Europeo era un episodio más de Al filo de la aventura : sólo su audacia, su gallardía y su coraje habían conseguido arrancarle a la UE alguna migaja más de lo que fuera.

Durante mucho tiempo pareció no haberse enterado de que España era Europa, no un cliente, ni un área de protección especial. Cuando se decidió a lanzar una propuesta, fue la del seguimiento fiel y servil a Bush. Y, siguiendo sus deseos, intentó liderar la simpatía de los antiguos países soviéticos próximos a incorporarse a la UE, hacia el mundo americano. Ni caso, por cierto.

Lo peor de todo es que Aznar tiene el tiempo ocupado en colocar a Rajoy en marzo. Que luego habrá un paréntesis, hasta la formación del nuevo gobierno, en el que, ni él, ya inexistente, ni quien le suceda, podrán hacer nada porque todavía no serán nada. Y que, cuando quieran empezar a hablar, será para votar sí o no a la nueva Constitución Europea, sin tiempo para negociar presencia ni ausencia y sólo les quedará el mensaje, prodigio de mediocridad, del desprecio a Europa.

No sólo no ha hecho nada el PP por Europa. Lo cierto es que no ha hecho nada por España en Europa, que es aún peor.