El día 7 de junio se celebraran las elecciones al Parlamento Europeo. Eso es lo que dice la convocatoria, pero todos sabemos --los los candidatos, también-- que los ciudadanos van a votar en clave de política nacional.

Por eso el presidente Zapatero tiene previsto participar en una docena de mítines arropando a Juan Fernando López Aguilar. Esa clave también explica por qué Mariano Rajoy quiere a toda costa convertir la cita en unas elecciones primarias. Rajoy habla del paro y Zapatero de Europa. Los dos saben que el otro tiene razón, pero hacen como que se escandalizan.

Sí pensamos que la construcción de la unidad europea es el proceso político llamado a perdurar durante el siglo que acabamos de estrenar, quizá deberíamos prestar más atención a lo que las elecciones tienen de europeas, pero no es así. Entre otras razones porque la democracia, amén de un sistema de contrapesos es --o debería ser-- un escrutinio permanente a los gobernantes por parte de los gobernados. Y para eso están las urnas. Las encuestas pronostican una ventaja del PP. Hasta la noche del 7 de junio no saldremos de dudas, pero es probable que se confirme la tendencia porque, en general, los ciudadanos están muy quemados.

Quemados por la crisis, por el paro y por la falta de horizonte de superación del problema. Está muy extendida la impresión de que el Gobierno no da con la tecla para enderezar la situación. El nombramiento de Elena Salgado en sustitución de Solbes no ha generado confianza como para invertir el pesimismo que se detecta en tantas conversaciones. Ya digo, tiene razón Zapatero cuando dice que en junio hay que votar pensando en el futuro de Europa, pero también la tiene Rajoy cuando proclama que antes que pensar en el futuro hay que intentar resolver el principal problema de nuestros días.

En España, hoy, el problema es el paro. Con cuatro millones de parados --el doble de la media continental--, sería ingenuo pensar que la gente se preocupara de otra cosa. Por eso creo que en las elecciones de junio los ciudadanos van a juzgar la política del Gobierno Zapatero, no el porvenir del Parlamento de Estrasburgo.

(*) Periodista