El presidente de Bolivia Evo Morales merecería haber sido expulsado del partido que jugaba el pasado domingo en La Paz, la capital de su país. El mandatario respondió a una fea entrada de un contrincante --que también merecía la roja, y el árbitro se la mostró-- con un rodillazo en la entrepierna. De una persona que ostenta un cargo como el suyo se espera deportividad. Pero no.