De pequeño, gracias a la biblioteca de Villanueva de la Serena, me leí todos los cómics de Tintín y de Astérix; también, aunque me gustaban algo menos, los de Mortadelo y Filemón. En la adolescencia, las historietas dejaron paso a la literatura y no presté atención a la evolución de la novela gráfica, aunque grandes escritores, de Gabriel Matzneff a Ricardo Menéndez Salmón, han reconocido su influencia.

En el panorama español, uno de los autores más reconocidos del género es Fidel Martínez (1979), sevillano de nacimiento y pacense de adopción. Licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Valencia, se prometió que, el día que dejara de mirar a la gente en el metro, se marcharía. Cuando llegó el caso se mudó a Badajoz, una ciudad con menos eventos culturales, pero donde los camareros te llaman por tu nombre, lo cual para él equivale a humanidad y calidad de vida.

En Extremadura hay dos tipos de artistas: los que viven de las instituciones, y los que viven para su obra. De estos últimos forma parte Fidel Martínez, que si bien ha dibujado los carteles del Festival de Jazz de Badajoz y participado en algunas exposiciones en Extremadura (la última este verano, en la cacereña Sala de Arte El Brocense), es mucho más conocido fuera, habiendo publicado en las mejores editoriales de novela gráfica, desde la bilbaína Astiberri a la valenciana Edicions de Ponent. En Badajoz ha ilustrado varios libros del editor independiente Aristas Martínez, otro que se las arregla para sobrevivir sin recurrir a la ubre pública.

Hace unos días, el artista difundía por internet las viñetas de una historieta inédita de sus inicios. Titulada Hadesfahrt, era un infernal viaje a un infierno contemporáneo. Ya ahí aparecía un trazo expresionista que se ha ido haciendo más firme y centrado en las tragedias de nuestro tiempo. Entre sus obras más destacadas está Cuerda de presas, en colaboración con Jorge García, conjunto de relatos sobre las mujeres encarceladas por el franquismo, en cárceles como las de Ventas o Alicante. Olvidadas salvo por obras como La voz dormida, de la zafrense Dulce Chacón, estas mujeres son homenajeadas por la dignidad que mostraron en medio de las vejaciones que les infligían los vencedores. La guerra civil también está presente en su relato Extremadura huérfana, publicado en la revista Harto!, donde se narra con lirismo las esperanzas y derrota de los campesinos extremeños diezmados por los sublevados.

Pero sin duda su obra más personal y brillante hasta la fecha es Fuga de la muerte, protagonizada por Paul Celan, el mayor poeta de la segunda mitad del siglo XX. Si John Felstiner y Wolfgang Emmerich escribieron sendas biografías desde la perspectiva del judío y del autor, Fidel pone imagen y palabra desde la empatía del artista y del hombre acosado por el trauma. Su trazo tenebrista dota de la mayor fuerza a la expresión, que es «ex presión», salir de la presión y la prisión que atenaza a las aves libres que tienden a ser enjauladas, ya sean las mujeres emancipadas de la República o el poeta que a través de las rejas del lenguaje dio voz a los exterminados.

Por supuesto, los horrores bélicos no terminaron para Europa en 1945, y Fidel actualmente está trabajando en un libro sobre el asedio a Sarajevo durante la guerra de Yugoslavia, del que se ha publicado como adelanto la historieta Canción serbia.