TCtuando en 1984 aprobé las Oposiciones de Agregado de Instituto, juré que nunca volvería a examinarme de nada y aunque no lo he cumplido me quedé muy a gusto. Aspirantes a profesores de toda España, --entonces no existía el feliz Estado de las Autonomías-- nos repartimos por diversos centros en la terrible estepa madrileña. El Beatriz Galindo --polvo, sudor y literatura-- fue escenario de cuatro horas de Comentario de texto bajo la uralita inmisericorde de lo que era gimnasio, salón de actos o sala de torturas. Y eso que a la presentación llegué de chiripa, porque tras un atasco feroz, --siempre nos quedará Madrid-- mi hermano condujo por diversas direcciones prohibidas, pisó varias líneas continuas e infringió el código de la circulación, pero entonces no había carnet por puntos y cada esquina no escondía un guardia dispuesto a multar. Lo cierto es que aprobé porque en el tema me tocó Lope de Vega , en el comentario Quevedo y en la encerrona El Lazarillo , y como entonces no existían LOGSE, ni LOE, ni LOCE, ni se había inventado la Pragmática, el Siglo de Oro, dorado y lucido, me salvó. ¿Que cómo se me ocurre escribir sobre exámenes en pleno agosto? Pues porque leo en la prensa que a Leire Pajín quiere el PP examinarla de "valencianidad", para aceptarla como senadora. Leire puede caer bien o mal, tal vez debería lavarse más el pelo, padece una clara tendencia histriónica y debilidad por la loa a los socialistas y el insulto a los populares pero que estos abusen de su mayoría en el Senado para bloquear el acceso de aquella a la vacante de Andrés Perelló es inadmisible. Pedir cortesía a los políticos en este endiablado panorama de síncopes inducidos por archivos de causas, instrucciones a la fiscalía, y detenciones mallorquinas es predicar en el desierto, pero las instituciones merecen un respeto exquisito porque garantizan el Estado de Derecho. Utilizarlas para vengarse supone mayor peligro, sandez y despropósito que sostener que el PIB es masculino. Que ya es decir.