Más de 25 millones de españoles siguieron en algún momento por TV la boda del Príncipe y Letizia Ortiz. Casi el 96% de quienes ese día vieron la tele atendieron al enlace. Difícilmente podrían haber hecho otra cosa, porque apenas hubo otra oferta televisiva. Vistas las cifras, cualquier programa alternativo hubiese tenido baja audiencia. Pero las teles públicas deberían haber ofrecido además del enlace otras opciones, en lugar de esa homogeneidad excesiva. También es discutible el enfoque dado por TVE a la retransmisión, cuya señal tuvieron que reproducir el resto de cadenas. La selección de imágenes pecó de timidez (escamoteó cosas como la difícil salida de la novia del coche) o atendió más a criterios vaticanos que a los de un país normal (recuerden la censura de la comunión). También se cubrió mal el interesante brindis del Príncipe. Con todo, muchas de las críticas a la supuesta frialdad de la ceremonia son discutibles. Una boda de Estado no es un programa más pensado en la TV rosa. Por otra parte, los comentaristas lo tenían muy complicado, como lo demuestra el hecho de que en lo único en que están de acuerdo sobre el enlace muchos republicanos y monárquicos es en ir contra Peñafiel.