La guerra es la mayor atrocidad que comete el ser humano contra sus semejantes. En la actualidad, y según Amnistía Internacional y Unicef, existen 40 conflictos armados en el mundo.

Desde la Segunda Guerra Mundial se han producido unos 160 conflictos armados, la mayoría de ellos en los países del sur. Estos conflictos han causado unos 20 millones de muertos, en su mayoría civiles.

Más de 1,5 millones de niños han muerto víctimas de la guerra en la última década y más de 4 millones han quedado físicamente discapacitados. En los conflictos armados activos uno de cada dos civiles muertos es un niño. En la actualidad existen datos contrastados sobre los 24 países que reclutan niños para sus guerras.

En la Primera Guerra Mundial sólo un 5% de las víctimas fueron civiles (en su mayoría mujeres y niños). En la segunda gran guerra este porcentaje se multiplicó por diez al ascender al 50%. En la actualidad dicho porcentaje se aproxima al 90%.

En el momento presente hay 16 países con más de 500.000 desplazados cada uno, a la cabeza de esta siniestra lista se encuentra Sudán con cerca de cuatro millones de personas desplazadas o Uganda y el Congo con cerca de tres millones de desplazados cada uno.

Ante esta realidad qué hacemos, cómo intervenimos. Alguien, tras conocer estos datos, puede sostener que no se aporten más recursos a la cooperación internacional. A alguien le queda tranquila la conciencia con esos 0,5% o 0,7% que en la actualidad los países desarrollados aportan a estos fines. ¿Quién, ante estas evidencias, no apuesta por una sólida Alianza de Civilizaciones que sea cauce de iniciativas, proyectos y recursos para quienes más lo necesitan?

Javier Caso Iglesias **

Plasencia