El amor, dicen recientemente los filósofos, existe, se aloja en una zona concreta del cerebro, de ahí su perseverancia. La verdad verdadera es, dejó dicho Jaspers. La guerra debería ser un arte, según el tratadista Sun Tzu en un libro de cabecera, El arte de la guerra. Con estás tres certezas expresadas por cabezas con talento probado, ya hay mucho trabajo por hacer, a diario y en días alternos, laborables o festivos.

En el campo de batalla --una vida, cualquiera-- hay cinco factores: ley moral, clima, terreno, el mando y la doctrina. En la búsqueda de veracidad, propia o ajena, utilizamos cien años o la mitad de la mitad, sin demasiado éxito. El amor es una hora fugaz, pero también mucho más. Quién lo probó, es opinable que no lo sepa.

Existencias hay para ocupar y preocupar el tiempo y las energías, existiendo la guerra, la autenticidad y el querer, y todo lo demás también. Lo que acaba faltando en este atractivo temario, precisamente, es el tiempo, táctica tácita. Finalmente y finalmente, flojeando, flaqueando finalmente, frambuesas.