El reconocimiento que ha dado la Mostra de Venecia a la película Mar adentro es una magnífica noticia para el cine español, que vive años difíciles. El filme, galardonado con el Gran Premio del Jurado, supone la confirmación internacional del director Alejandro Amenábar, un cineasta joven que ha derrochado genialidad en los cuatro largometrajes que hasta ahora conforman una prometedora carrera.

La hermosa recreación que el joven director hace de la lucha del tetrapléjico gallego Ramón Sampedro por el derecho a la eutanasia es una espléndida muestra del cine más comprometido con realidades sociales desgarradoras. Ese es otro gran valor de esta cinta, en un momento en el que las carteleras de cine del mundo entero están invadidas por películas triviales y en las que triunfan producciones en las que abundan los efectos especiales en la misma proporción que escasea el talento.

El premio a Javier Bardem como mejor actor de cuantas películas han competido en el festival veneciano supone también una recompensa al trabajo concienzudo de un profesional extraordinariamente dotado para la interpretación y que está llamado a ser uno de los grandes rostros de las pantallas de nuestra época.