Nuestra intimidad está tan robada, que todos los días las gentes se sienten atrapadas en un mundo que parece vigilares. De ahí que todo esté expuesto a la exposición pública. Y que la protección a la intimidad sea ya un patrimonio de muy pocos. Por eso resulta llamativo que muchos líderes políticos, sociales y de opinión nos hagan desayunar todos los días con la proclamación de sus estados de ánimo, y nos confieses sus decisiones más íntimas. Pero con parecer esto un gesto de sinceridad, lo que esconde todo ello es una palabrería y una merkiotecnica que toca el ridículo. Una no entiende que la ventana de las redes sociales sean las únicas vías de comunicación, y lo que es peor de argumentación, para dar traslado a la opinión pública de mensajes.

Resulta lamentable observar que ya la comunicación y la argumentación queden reflejados en los pocos caracteres, parapetados en la promoción pública; y que ello sea resultado de mensajes tan previsibles, como de decisiones maniqueístas.

Hemos dejado de ser críticos, y a lo peor de pensar en todo aquello que nos rodea, y expensados nuestras decisiones a la moda de la corriente emprendida en las redes sociales. Resulta de una metedura de pata, tan alargada como duradera de la huella de la red social. Y además quedando todo ello bajo el papel del estigma de una decisión del pasado.

Hacía donde vira esta sociedad que ya queda circunscrita a un mensaje tan directo, como mentiroso. Poco uno puede explicarse en esos mínimos caracteres, y mucho menos en lanzar mensajes desde los poderes públicos a la ciudadanía desde esas casillas tan mediocres y tan manipuladas.

Esto es como hacer que la sociedad quede ubicada en un habitáculo tan poco sincero, como el que proporciona la veracidad de esas informaciones, comunicadas vía redes sociales. De hecho, los mensajes se solapan, y desde luego las personalidades se difuminan. No me extrañan que en algunos países esos populismos, hoy en el poder, hayan asaltado ese poder gracias al mensaje tan secuencial como primitivo. Y ante eso poco se puede hacer, a no ser que una se conciencie de la existencia de un manipulación en la que han caído todos. Desde los medios de comunicación, analistas, intelectuales, así como sociedad, en general. ¿Cómo se puede gobernar un país, desde las trincheras de las redes sociales? ¿Cómo se puede tomar el pulso a la economía de un país, desde el comentario precipitado de la red social? Cuando esto de las redes sociales tomaron cuerpo para ser un mecanismo de concertación de reuniones, o felicitaciones de cumpleaños. Y hoy parece haberse convertido en un parte de noticias, tan creíbles, como la capacidad de aguante de la misma.

Resulta sospechoso que los dirigentes totalitarios y populistas se apunten de inmediato a controlar este sistema como causa- efecto de su capacidad de dominación de los mensajes. Lo que extraña de todo ello es que una sociedad que se dice moderna, que propició todo esto de las nuevas tecnologías para ser más libres, hoy es presa de sus propias intrigas y ha dejado en mano de los populistas, que manipulan las redes sociales toda su capacidad crítica, y su capacidad para comprometerse con la verdad.