TDticen que la política produce extraños compañeros de cama, pero lo que produce extraños compañeros de cama es el amor. Ahí tienen el ejemplo Segoléne Royal y Francois Hollande , que, según este principio, y al ser los dos socialistas, deberían llevarse a partir un piñón, todo entendimiento y concordia, pero acaban de anunciar su separación definitiva, o mejor dicho, acaban de reconocer su ruptura definitiva, fraguada antes del irresistible ascenso de Segoléne, consolidada durante la campaña electoral de las últimas presidenciales --donde el marido de Segoléne, en lugar de parecer el primer secretario del Partido Socialista Francés, parecía el jefe de campaña de Sarkozy-- y ratificada en el día de ayer.

Y eso que Segolne y Francois, como compañeros de cama se han mostrado aplicados y productivos, resultado de lo cual han sido los cuatro hijos de la pareja que, de momento, han decidido quedarse con la madre, que madre no hay más que una, y el padre parece que cuando almuerza con una periodista, sobre todo si es joven y bella, prolonga la sobremesa hasta la nuit, cuando ya los hijos se han acostado.

La extraña pareja viene a ser como si Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz Gallardón fueran matrimonio, pero en francés, donde la tradición del teatro de bulevar y la comprensión sobre las flaquezas de la carne pestañeante, permite no tomarse demasiado en serio las idas y venidas. Hay días en que parece que todavía existe la barrera de los Pirineos, porque aquí, al otro lado, el macho de la Iberia mata a la ex, porque la ex se ha echado un novio que le alivie de la soledad, y no te digo lo que le haría si le disputara la secretaria general del partido.

En el fondo, mi amigo Pierre , que vive en Mutualité, me ha contado que lo que ni la una ni el otro han podido soportar ha sido la infidelidad política, esa cama donde no se perdona la traición.

*Periodista