TTtoca como cada año la festividad del Día de Extremadura. La excusa perfecta que sirve para conmemorar lo que ya históricamente se denomina Comunidad Autónoma de Extremadura. Algunos tratan de darle un sentido historicista, mientras que otros van más allá y lo interpretan como la identidad de un territorio, y otros tantos, entre los que me incluyo, lo interpretamos como un sentimiento, algo que va más allá de una mera controversia territorial. Y, como sentimiento, cabe todo, y sentir todo. Se trata, por tanto, de comprender a esta tierra extremeña y de valorarla por encima de todos y todo. Decía el francés Mallerme : mi patria en mi infancia. Esta es la definición que yo daría del Día de Extremadura, es la raíz de la que procede mi personalidad, la que me forjó como persona. Por tanto, lo significa todo, si me atengo, y se me permite, ofrecer mi opinión más personal.

Si quisiera contextualizar, en un sentido colectivo la fiesta del Día de Extremadura, diría que es la celebración del ser colectivo extremeño. Esto es, un día que, básicamente, nos sirve para ser festivo en el calendario laboral; pero, puede significar algo más. Las instituciones y sus representantes se prestan a elaborar discursos, eventos, puestas en escenas dando paso a la cultura, y el buen hacer de todos aquellos que cada año son considerados extremeños del año, lo que se conoce con los galardonados con la Medalla de Extremadura.

Es el día también del discurso del presidente extremeño, nunca exento de la controversia y de la crítica política, pues desde la oposición se advierte del espíritu triunfalista y patrimonialista del gobierno. Lo cierto es que cada uno, digo yo, hace lo que puede, y trata de llevar hacía sí todo lo que hacen y lo que se debe hacer para que Extremadura sea la región a la que todos aspiran en riqueza, trabajo, bienestar, y tolerancia.

La verdad, celebrar el Día de Extremadura puede estar bien, está bien si lo que se persigue con ello es hacer una especie de retrospectiva en el recorrido histórico de una comunidad autónoma que se reivindica día a día.

Símbolos como el himno, la bandera, la festividad de la Virgen de Guadalupe, el folklore extremeño, entre otros, constituyen elementos que pueden concitar grandes consensos, necesitados en estos tiempos. Algo así como razones determinantes que reafirman un pasado y una historia en común. De ahí que se catalogue como el día de todos los extremeños.

Esta celebración, por tanto, puede o no ser compartida tanto en el fondo como en la forma, que ahí seguro que podemos diferir muchos. Pero en un país en el que no van muy bien las cosas, siempre puede ser bueno tener la excusa para pararse y reflexionar sobre lo que hemos hecho entre todos, y lo que significa Extremadura en la historia de nuestro país.

XMI SENTIMIENTOx como extremeña es siempre el mismo, mi lugar de nacimiento, mis primeros aprendizajes, mi familia más próxima, los rasgos más definitorios de mi personalidad. Sin duda, mi mayor certeza.

Evidentemente este día ocho de septiembre que anualmente Extremadura viste de rojo en el calendario se puede interpretar y celebrar de múltiples formas y maneras, tantas como extremeños y sentimientos hay, de todos los colores.

Esta tierra extremeña que no es patrimonio de nadie, pero es patrimonio de todos, porque si algo la caracteriza es su espíritu abierto y tolerante merece de vez en cuando celebrarse, sentirse cercana a todos los que en ella habitan. Por esto, como extremeña, me gustaría reconocer en esta conmemoración el mejor y mayor homenaje a tantas y tantas gentes que se sienten unidas a un lugar, a unos ciudadanos, a unas vivencias, a una forma de ser, y a una manera de vivir, en definitiva. Esta querida tierra extremeña que tanto ha deambulado, por causa de los caminos recorridos de sus gentes a lo largo de la historia y a lo largo de múltiples territorios debe ser siempre reivindicada por lo que es, y no por lo que fue.