Los últimos atentados habidos en Kosovo han vuelto a disparar todas las alarmas. A pesar de que se siga insistiendo en que todo está bajo control de la ONU, los últimos choques violentos entre las comunidades serbias y albanokosovares demuestran que es una acción bélica en la que se está inmerso y no humanitaria, al igual que ocurre en Irak.

Y en ambas zonas hay presencia extremeña. Más de 600 efectivos de la base de Bótoa llevan desde septiembre en los Balcanes y cuando están a punto de regresar, la tensión vuelve a la ex Yugoslavia. A pesar de los mensajes tranquilizadores de los mandos, lo cierto es que las familias de los militares extremeños están bastante preocupadas. Como también lo están las de los 1.300 efectivos desplegados en territorio iraquí, sobre todo ante el anuncio del Ministerio de Defensa de que no se descarta mantenerlos allí hasta finales de junio, dos meses y medio más del tiempo previsto inicialmente.

Vista la situación, no queda más remedio que exigir el regreso inmediato de estos profesionales. Extremadura ya ha pagado, con creces, la cuota que se le exigió y por tanto no tiene que seguir poniendo en peligro la vida de su gente. Como tampoco se puede jugar con la de ningún otro español.