En Cáceres, ya se sabe, la vida literaria no es especialmente boyante y este año, todo parece indicar que hasta la Feria del Libro de Trujillo la superará en la altura de sus escritores invitados. Pero a veces se alinean los astros, como en la próxima semana, y hay tres «eventos» como los llaman ahora, en tres días seguidos.

El miércoles 11, Gonzalo Hidalgo Bayal (Higuera de Albalat, 1950), uno de los novelistas más reconocidos por la crítica en España, presentará a las 19.30 h. en la Biblioteca Pública Rodríguez Moñino su libro Lecturas de Ferlosio, publicado por La Moderna, la editorial que dirige David Matías desde Mérida y que reúne sus ensayos Camino de Jotán y El desierto de Takla Makán, dedicados a la obra de su maestro particular, el novelista y ensayista Rafael Sánchez Ferlosio, fallecido el año pasado.

El viernes 13, a las 19.15 h, esta vez en el Palacio de la Isla, y dentro del Aula de la Palabra que coordina Jesús María Gómez y Flores, la villanovense Susana Martín Gijón (1981) presentará su novela Progenie, que está teniendo un gran éxito de ventas (segunda edición en menos de un mes) y de la que ya habló por extenso Fernando Valbuena hace un par de semanas en estas páginas.

Entre ambos novelistas, tan disímiles (veterano, difícil y exigente el primero; joven y para casi todos los públicos la segunda), el jueves, a las 19.15 h, también en el Palacio de la Isla, tendrá lugar la última sesión del Aula Literaria José María Valverde, protagonizada por Javier Pérez Walias (Plasencia, 1960). Ya era hora, piensa uno, que no entendía que este poeta, afincado desde hace cuatro décadas en Cáceres y de una trayectoria lírica indiscutible, no hubiera sido aún invitado al Aula, aunque ello no quita para seguir afirmando que el autor placentino no ha obtenido aún el reconocimiento que merece en su tierra, pues a pesar de participar desde muy joven en las ya míticas revistas Residencia o Gálibo, hubo de publicar sus primeros libros en pequeñas pero exquisitas editoriales de Málaga. Las tornas comenzaron a cambiar en 2004, con la Antología poética (1988-2003) que publicara la Editora Regional, y diez años después con Otrora, que recogía la última etapa de su obra anterior al poemario W, publicado por la selecta editorial hispano-mexicana Vaso Roto.

Ese reconocimiento insuficiente en su tierra, que ahora empieza a paliarse (la semana pasada estuvo invitado en el Aula Literaria Valhondo, de Mérida) era hiriente en un autor para el cual el paisaje extremeño tiene una importancia fundamental. De ello quizá la mayor prueba sea su libro Escrito con luz publicado hace pocos años por la Editora Regional de Extremadura, y donde sus poemas en prosa acompañan una serie de asombrosas fotografías de José Antonio Marcos, que reflejan, desde ángulos inauditos, la multiforme belleza de Extremadura.

Articulado en varias secciones, títulos como «Agua que acaricia» o «Espejo de agua» traslucen la importancia que el líquido elemento tiene en estas fotografías, como la tiene en la poesía de Pérez Walias. La «caricia del agua» y el «vértigo del cauce» absorben la mirada del poeta y lo sumen en el recuerdo. «La piel» reproduce la textura asombrosa de troncos y piedras cubiertos de líquenes como nuestra piel es cubierta por el vello, pues como dice Pérez Walias «el paisaje es vida: latido que se palpa en cada árbol, en cada piedra». En «Territorio habitado» son los animales los que dan vida al paisaje, desde el majestuoso ciervo berreando en el crepúsculo, las aves que en una instantánea vertiginosa adquieren trazos cubistas o las libélulas que parecen seres mitológicos. En «Tierra esculpida» nos impacta la belleza de paisajes tan distintos como el de los Barruecos o el meandro de un torrente en la Sierra de Gata.

*Escritor.