Ami me parece evidente que Extremadura ha mejorado en sensibilidad hacia la naturaleza. En vez de comer pajaritos fritos en los bares, los acechamos para «cazar» sus trinos. Hasta hace poco, en los arroyos se pescaban ranas y en los canchales se cazaban lagartos ocelados. También se cocinaban como tapas exóticas. Pero afortunadamente eso ya no sucede, ha pasado a ser parte de nuestra memoria cultural. Y hay más: ningún campesino golpea el anca de un burro con un palo para que aligere, entre otras cosas porque ya usamos otros medios para el campo. Se prohibieron las peleas de gallos --en Cáceres tenemos la calle Reñidero de Gallos--, nadie dispara a las cigüeñas, se reintroduce el lince y se cura a cualquier ave lisiada en el Centro de Recuperación de Sierra de Fuentes.

Parece que asistimos a una Extremadura evolucionada, más respetuosa con su entorno. Y sin embargo, aquí, como en todo el mundo, no acabamos de establecer claramente una postura sólida y realista frente a la producción de energía, a la contaminación, a la alteración del entorno, a su humanización. Por supuesto, el dilema no es elegir entre mina de litio y trabajo, o paro y emigración, sino elegir entre una economía sostenible que sea capaz de proporcionar trabajos y otra depredadora aunque genere trabajos de forma más inmediata. Pero ¿cómo? ¿Y con qué transformaciones? ¿Y con qué renuncias? En cuanto a los políticos, tampoco evidencian una posición coherente y de largo recorrido: el ejemplo de Valdecañas es el último. Ya no es que haya que derribar una urbanización ilegal, sino preguntarse si aquel lugar tenía los suficientes elementos biológicos y paisajísticos como para declararla área protegible. Es imprescindible fomentar debates sensatos, ajenos a la inmediatez política o a las posturas maximalistas.

Yo tampoco lo tengo claro. Mi amiga Victoria me comenta que van a instalar aerogeneradores en las sierras hurdanas. Como precedente, es evidente la deformación estética que suponen estos monstruos en los cerros junto a Plasencia. También los paneles solares son horribles, y en su contraste con el secano extremeño, conforman una imagen surrealista y ajena a nuestra concepción de los paisajes propios. Pero de momento, o eso, o la nuclear de Almaraz. Todavía no disponemos de unas fuentes de energía totalmente limpias, totalmente inocuas y además, agradables a la vista.

No hay espacio más alterado que las ciudades. El medio urbano es una transformación absoluta de lo que antes fue naturaleza. No obstante, en ellas vivimos sin demasiado rechazo, celebrando la belleza de sus plazas, de sus monumentos, la comodidad de sus recién remodeladas calles, la alegría de sus macrofiestas tan sonoras (y tan sucias)… pero ignorando sus contaminantes, los desechos que producimos a diario. Y de la misma manera, rechazamos la mina de litio en la Montaña, pero nos parece conveniente construir la autovía entre Cáceres y Badajoz: esos kilómetros de nuevo trazado alterarán un suelo que el planeta ha tardado millones de años en concluir y al que en unos meses el asfalto sepultará bajo su aspecto de lámina de chapapote. Ese es el gran debate, decidir si podemos seguir creciendo con el modelo actual, mantenerlo, o hay que detenerlo, optar por alternativas como la del «crecimiento cero» que no supone, en principio, renunciar a todo lo bueno que nos depara la ciencia y la técnica de nuestro siglo.

Desde la ventana de mi casa, en Descargamaría, contemplo la ladera de la sierra de los Ángeles, muy cerca de donde se supone instalarán esos molinos gigantescos. Trato de imaginar el estrago paisajístico, la rotura de la imagen ancestral que se tiene de estas montañas en la comarca. Pero al mismo tiempo, mantengo la televisión enchufada y me doy cuenta de que está consumiendo electricidad. Y la nevera, y el termo con el agua caliente para la ducha de mañana... ¿Qué electricidad estoy utilizando, la limpia o la sucia, la buena o la perversa y contaminante? ¿A qué estamos dispuestos a renunciar de verdad, no solo en poses de salón? Soy en esos momentos una mera contradicción.

*Catedrático de instituto jubilado.