WLw a convicción expresada por los obispos de que España se encuentra en "la antesala del totalitarismo" apenas merecería ser tomada en serio si no fuera porque consolida la condición de la Iglesia católica como segundo frente de oposición al Gobierno --el primero es el PP-- y siembra el desconcierto en aquella parte de la grey católica que sigue teniendo a sus prelados como primera referencia ética. La pastoral Orientaciones morales ante la situación actual de España pone en duda la legitimidad que asiste a la mayoría parlamentaria para orientar la acción política de acuerdo con sus propios compromisos morales si estos no están de acuerdo con la moral católica, tan respetable como cualquier otra, pero no más que las demás opciones que encuentran cobijo en nuestra sociedad. Sostener lo contrario es premoderno porque justamente uno de los rasgos de la modernidad es el laicismo, la separación estricta de la autoridad del Estado y las confesiones religiosas.

En pleno debate sobre las consecuencias de la influencia imparable del fundamentalismo en el mundo islámico, la obstinación integrista de los obispos católicos resulta aún menos defendible. Ni siquiera el magisterio de Benedicto XVI, bastante más contenido como Papa de lo que lo fue como cardenal, sin dejar de ser un intelectual profundamente conservador, valida la pretensión episcopal de convertirse en la única vara de medir la moral colectiva. Y, todavía menos, la orientación general de la sociedad española, en la cual la participación de los feligreses en los oficios católicos, más allá de aquellos que se cuentan entre los hábitos sociales más arraigados, ha caído en picado.