No pocas veces, la literatura ha servido para adelantar visiones del futuro, que aunque no coincidieran exactamente con lo que vino después, advirtieron de posibilidades y riesgos que sus contemporáneos, cegados por la actualidad, no veían. Desde el optimismo en el progreso, como Julio Verne, o desde el pesimismo escarmentado, como George Orwell, se trazaron utopías o distopías para la humanidad.

La reciente crisis ha dejado ya novelas notables, como 2020 de Javier Moreno, publicada en 2013, y que nos sitúa en un cercano porvenir donde la crisis ha obligado a la economía española a regresar a la peseta y la brecha social se ha agigantado entre millonarios y una mayoritaria clase empobrecida; o Crímenes del futuro (2018) de Juan Soto Ivars, donde una parecida situación de desigualdad desemboca en guerra civil.

La novela Factbook. El libro de los hechos (2018), publicada por la editorial Candaya, ahonda en una situación similar. Su autor, Diego Sánchez Aguilar (Cartagena, 1974), poeta y autor de relatos cortos (su Nuevas teorías sobre el orgasmo femenino obtuvo el premio Setenil en 2016) dibuja el escenario de una España donde la crisis se gestionó de manera aún más brutal, con una serie de leyes que, por otra parte, son apenas un poco más duras que las que se aprobaron realmente.

En la novela, Podemos ganó las elecciones en plena crisis, pero la Unión Europea obligó a repetirlas, imponiéndose Esperanza Aguirre, que privatiza las pensiones y la sanidad, elimina el salario mínimo, despide a un tercio de los funcionarios, y cataloga cualquier protesta como terrorismo. En un contexto de desigualdad sangrante, se producen tres asesinatos de gran repercusión mediática: el presidente del FMI, el de la CEOE y una multimillonaria aparecen ahorcados del toro de Osborne, en el cual aparece la pintada Factbook.

Estos asesinatos suscitan el entusiasmo de Rosa, desencantada profesora de secundaria que en su momento apoyó todas las causas reivindicativas (15M, Plataforma de Afectados por la Hipoteca) y a la que llega una invitación de esa misteriosa red que no publica fotos y donde los usuarios no tienen nombre, sino un número. Una red que, en lugar de preguntar «¿Qué estás pensando?», indaga «¿Qué has hecho?» y publica solo datos: precios, sueldos, ganancias de unos, pérdidas de otros, nombres de responsables.

Junto a la voz de Rosa aparece la de su antiguo novio, Gustavo, que triunfó como guionista de series pero que, asqueado del mundo, decide ingresar en una clínica de criogénesis donde, junto a otras personas, espera que lo congelen para resucitarlo en tiempos mejores.

En la espera, que recuerda el ambiente de Cero K, de Don DeLillo, Gustavo recuerda su juventud rebelde. Y es que esta novela tiene mucho de nostalgia por una juventud pasada que se ve como más contestataria que la actual, algo que quizá haya experimentado el autor en su vida real de profesor de secundaria.

La tercera voz es la de un policía, que indaga sobre Factbook, y que no puede evitar sentirse fascinado por su enemigo, una red que no sirve para mostrar la mejor cara de cada uno, sino los hechos desnudos, «una especie de wikileaks anónimo, en la sombra, sin publicidad», para unos tiempos en los que «todos los medios estaban ya en manos de bancos, de fondos de inversión. No existía el periodismo, solo la propaganda».