La visceralidad ideológica se ha instalado en la sociedad española de un tiempo a esta tarde. La distinción entre fachas y progres parece inundar todas las conversaciones y el ‘y tú más’ se ha convertido en argumento irrefutable desde el momento en que una parte ni la contraria ceden un ápice en sus postulados. Aquella época en la que el centro ideológico marcaba la opinión de este país, la que hacía que un gobierno fuera hacia un lado o hacia el otro si quería ganar unas elecciones, parece haber pasado. En consecuencia, o eres de derechas o eres de izquierdas; no caben ni tibiezas ni medias tintas con posiciones que mezclen postulados de uno y otro partido. Es el retrato de las dos Españas, ese que parecía superado después de más de 40 años de democracia pero que, por el contrario, sigue instalado en la sociedad española y ahora parece renacido gracias al populismo y la exaltación de los extremismos.

Los partidos de siempre, PSOE y PP, se han arrimado a Podemos y a Vox por ese orden. El primero, en una coalición de gobierno izquierdista fraguada por Sánchez. Y el segundo, en una competición con el partido de Abascal para ver quién lidera el discurso derechista. El PSOE de antaño parece haberse diluido vencido por una militancia que ha decidido conectar directamente con el líder y desterrar todas las estructuras del partido. Y el PP de Rajoy cerró la puerta y pasó a mejor vida cuando se fue Soraya Sáenz de Santamaría en aquel congreso donde ganó Casado. Así pues, llegados a este punto, no hay más remedio que decir que estamos en guerra ideológica, enfrentados en dos bandos y sin ánimo de dialogar ni llegar a acuerdos que engloben a todo el mundo.

La polémica sobre el ‘pin parental’ abierta esta semana en torno a la Comunidad de Murcia supone, además de otras muchas cosas, una muestra de la confrontación política que mantienen los partidos de derechas con el Gobierno formado entre el PSOE y Podemos. Tanto que mientras en Murcia las exigencias desde el Ejecutivo y la decisión de acudir a la vía judicial han sido urgentes, casi inmediatas, las últimas iniciativas aprobadas por el Parlamento de Cataluña sobre la autodeterminación, las cuales son contrarias a lo expuesto por el Tribunal Constitucional, parecen poder esperar.

La postura de este viernes de la portavoz del Ejecutivo de Pedro Sánchez en uno y otro caso dan cuenta de qué es lo importante ahora mismo para el Ejecutivo: poner la ideología de derechas --y más concretamente de Vox-- en el centro del debate y hacer ver que se combate desde la izquierda. Por contra, el PP ha salido en tromba para quitar de en medio a Vox tratando de ocupar el protagonismo que le roba y, por eso, su líder, Pablo Casado, no ha tenido otra que defender a muerte a su presidente murciano y su pacto de imposición con Vox añadiendo que Andalucía y Madrid tienen todas las papeletas para ‘copiar’ este modelo de ‘pin parental’ según el cual los padres de un alumno tienen libertad de elegir qué actividades complementarias reciben sus hijos en los colegios y cuáles no, de manera que cuando consideren que quieren adoctrinarlos directamente las puedan vetar.

¿Quién puede negar que los niños son de los padres si lo que se habla es de la patria potestad, de la custodia? Y del mismo modo, ¿quién puede oponerse a que todos los niños tengan derecho a recibir una misma educación igualitaria y de calidad vivan donde vivan? En una sociedad normalizada nadie podría estar en contra porque ambos planteamientos pueden casar. En una sociedad polarizada, dividida hasta el extremo de llamar «facha» a todo lo que venga del PP o «dictadura progre» a todo lo que venga del PSOE, quizás demasiada gente, tanta como haya en cada bando.

No sé dónde está el freno o el punto de inflexión en el que el suflé empiece a bajar. Pero no podemos estar de esta manera cuatro años y menos con las fuerzas constitucionalistas enfrentadas mientras el desafío independentista vuelve a estar presente y con fuerza ahora que sus votos son necesarios para que este débil gobierno perviva. O bajamos la tensión unos y otros --esto es dejar los extremos donde están y tratar de encontrarse en el centro para alcanzar determinados acuerdos--, o no habrá solución para este país. Por lo pronto, en educación cabrían posturas donde podrían alcanzarse pactos importantes. Por ejemplo, mejorar el nivel y las inversiones en los colegios, favorecer la formación del profesorado, elevar el nivel de nuestros estudiantes equiparándolos con la media europea o hacer que descienda el número de abandonos escolares a edades tempranas. Aunque quizás estas cuestiones resulta que son menos importantes.