WEwl huracán Katrina golpeó ayer los estados norteamericanos de Luisiana, Alabama y Misisipí con menos intensidad de la prevista, aunque hasta que no pase la tormenta no se sabrá qué deja tras de sí. Ayer, en EEUU, algunos medios calificaban lo sucedido en Nueva Orleans como un equivalente, en cuanto a daños, al tsunami del Sureste asiático.

En algunos puntos de globo, tras los desastres naturales se hace recuento de los miles de vidas humanas perdidas y, en otros, de los miles de millones que deberán pagar las compañías de seguros. Más que la intensidad de una catástrofe natural, lo que cuenta es la vulnerabilidad de un país: la solidez de las infraestructuras y las viviendas y la capacidad de alertar a tiempo y evacuar, o no, a miles de personas. En el mismo Golfo de México, el huracán Mitch acabó con las vidas de unas 10.000 personas en 1998, al azotar otras zonas del Caribe menos favorecidas.

En la factura del Katrina figura también el incremento en la cotización del petróleo. Queda la duda de si la relación causa-efecto es tan clara, o si los mercados encuentran cada semana una causa coyuntural --en Arabia Saudí, en Ecuador, en Venezuela o en EEUU-- para justificar una escalada de precios sin retorno y con causas más profundas.