TEtn la cartelera de los cines se ha colado el documental de Michael Moore Fahrenheit 9/11 , que nos ofrece la posibilidad de conocer una realidad que creemos percibir bien por el simple hecho de haber visto chocar mil veces los aviones contra las torres de Nueva York. Moore cuenta que en EEUU la gente salía llorando de su película al ver niños iraquíes muertos. Era la primera vez que los veían y muchos ciudadanos ignoraban cuáles estaban siendo las consecuencias de la guerra. Quienes nos hemos dedicado a denunciar las violaciones de los derechos humanos hemos aprendido que la distancia es un factor fundamental en la percepción ética de las cosas. También aprendimos lo importante que era tener una imagen para remover conciencias y lo inermes que nos sentíamos para denunciar lo mismo sin poder usar esas imágenes (hace un par de años Amnistía consiguió movilizar a millones de españoles y salvar a la nigeriana Safiya cuando dispuso de unas imágenes de lapidaciones ocurridas en Irán años antes). Quizá llegue un día en el que las redes solidarias serán capaces de evitar lapidaciones en cualquier lugar del mundo sin necesidad de una imagen. Mientras tanto, nada más reconfortante que la película de Moore para que agosto no nos derrita las conciencias.

*Activista de derechos humanos