Por mucho que algunos pretendan hacernos creer lo contrario, yo no observo que la familia --ningún modelo de familia de las hoy existentes-- esté en peligro ni en crisis. Y tampoco veo que la familia cristiana esté siendo amenazada y atacada por fuerzas progresistas y laicas.

Hay gente acérrima que interpreta que les están atacando y persiguiendo, si no se hace lo que a ellos le parece correcto y sagrado. Y es que no les basta con disfrutar --legítimamente-- de su modelo de familia cristiana, sino que les preocupa y molesta que otros --de forma legítima también-- opten por otro modelo diferente, pero tan moral y ético como el suyo.

Ya está bien de ir por la vida de víctimas agraviadas y de sentirse siempre cargados de razones para juzgar a los demás. Dejen de ser paternalistas y dogmáticos. Dejen que la gente se equivoque o acierte libremente. Dejen de imponer a los demás su verdad revelada y permitan que los demás nos rebelemos ante sus imposiciones. Dejen que cada uno haga de su capa un sayo, mientras no moleste y perjudique a los demás.

Sean célibes si lo desean, cásense como Dios manda los hombres con las mujeres, hagan el amor sin condón si así más les gusta, tengan familia numerosa si así lo quieren, lleven a sus hijos a los colegios privados que más les agraden, adoctrinen y manipulen a sus niños y jóvenes lo mejor que puedan, no se divorcien ni aborten si ese es su deseo, vayan a misa cuanto quieran, confiesen sus pecados tantas veces como pequen, arrepiéntanse cuantas veces sea necesario y, como penitencia, propónganse dejar en paz a los que no piensen como ustedes. Amén.

Pedro Serrano Martínez **

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