De él decía Cervantes que es el río que no había barco ni barca capaz de cruzarlo. Lo llaman el río más enigmático de Europa. Y es enigmático porque en sus ochocientos y pico de kilómetros de recorrido en la península ibérica, entre España y Portugal, ocurren ciertas cosas extrañas. Son como cosas de fantasmas, de grandes misterios, y supongo que, algún día, tendrán que analizar sus secretos en el programa televisivo «Cuarto Milenio».

Ya su propio nombre, que según algunos lingüistas e historiadores consideran que significa «¿dónde está el río?», viene motivado por sus apariciones y desapariciones. Es absolutamente fantasmal y mágico que, en el curso de un río, sus aguas, de pronto, desaparezcan de nuestra vista para volver a brotar de nuevo tras haber recorrido, a escondidas, las profundidades misteriosas de la tierra. Un río, además, que no nace en zona de montaña como todos los demás, sino en llanura, algo también atípico dentro de una normalidad orográfica tradicional que rige el nacimiento de los ríos.

Por ese carácter especial que tiene el río Guadiana, con aguas manchegas, extremeñas, andaluzas, alentejanas y del Algarve que corren por su lecho, se permite el lujo de, en algunos tramos, llevar la contraria a las propias leyes de la física y hace circular sus aguas a contracorriente.

Río que desaparece y aparece y que es capaz de crear espacios singulares y únicos, como el maravilloso espectáculo natural de las Lagunas de Ruidera, donde, además de ser un misterio por no saber con exactitud si es allí donde nace, el Guadiana te ofrece las aguas más limpias y cristalinas, con tonalidades de azul turquesa, como si de aguas del más puro Caribe se tratara.

Es un río que, desafiando a los numerosos puentes que le cruzan en su largo trayecto, se atreve a tener ojos también como ellos. Y, además, nuestro Guadiana extremeño también nos presenta un nuevo misterio que ya lleva años mermando las arcas de la Junta de Extremadura, y hasta ha hecho intervenir a la Unidad Militar de Emergencias, integrante de las Fuerzas Armadas. Me refiero al misterio del camalote, una planta invasora, el jacinto de agua común o «tarulla», que invade las aguas de nuestro enigmático río, «aturullando» a las autoridades que no saben qué hacer para deshacerse de semejante plaga, y que nadie sabe cómo ha llegado hasta allí.

Pero, por si todo esto fuera poco, después de pasar por todos estos enigmas y misterios, ha aparecido uno nuevo en estos últimos días. Uno que es casi más intrigante, si cabe, que todos los que rodean a nuestro río extremeño. Parece ser, que una portavoz de la Plataforma de la Defensa Animal de Extremadura ha visto, en plena berrea, un reno decapitado en mitad del río Guadiana. Es el caso tan intrigante, misterioso y casi imposible de creer, que si no fuera porque se trata del río Guadiana y el historial que tiene, yo diría que es una «Fake News», o sea, una mentira gordísima. Pero tratándose de este río, y con la reputación que tiene, no me atrevo yo a decir que lo sea. Pero sí me puedo aventurar a afirmar que, por cuestiones obvias, de procedencia natural, de climatología, y de las leyes que rigen la adaptación de las especies al medio, la única posibilidad que tiene un reno de dar por estos lares es que pertenezca a la «cuadriga» de Santa Claus, que, posiblemente aturdido y asustado por los tremendos berridos de los venados, pasó, inesperadamente, a formar parte también de los fantasmas del Guadiana.