TMti amiga Alba se ha comprado un piso situado a cinco minutos del centro de la ciudad --si se dan cuenta, en las campañas publicitarias de las nuevas promociones de viviendas, muchas veces anuncian que están situadas a tan sólo cinco minutos del centro, pero no se dice si caminando, en autobús o en helicóptero--. A mi amiga Alba le habían asegurado en la empresa constructora que cuando se asomara a la terracita de su nuevo piso, vería la lejanía horizontal del paisaje llano que se extiende al norte de la ciudad, y que apenas tendría que encender la luz, porque estaba muy bien iluminado desde el exterior. Bien puede dar fe mi amiga Alba de que todo es cierto; y más que cierto. Tan cierto que su piso no sólo está extraordinariamente iluminado de día, sino también de noche. De día, los rayos de sol penetran a sus anchas por las ventanas; y de noche, una farola que ha echado raíces en la acera de su calle, prolonga su estatura justo hasta la altura de su vivienda, de manera que su cabeza fulgurante alumbra con generosidad su fachada.

Ya lleva mi amiga Alba dos meses aguantando la compañía de esta farola entrometida, que convierte todas sus noches en días. No sabía ella, ni nadie le advirtió, que ese empinado artilugio de hierro se invitaría con tanta cara a husmear dentro de su casa. Y Alba no es que quiera mal al cacharro tubular, que bien sabe que es muy útil porque no sólo sirve para alumbrar la calle --y su casa-- y evitar que algún beodo se equivoque de puerta o algún caco abra la que no debe, sino también como tablón de anuncios, apoyo para desahogo de perros y superficie para grafiteros, quienes han escrito en su cuerpo un nombre: Nicolasa . Pero mi amiga Alba cree que su luz podría ser de igual utilidad más alejada de su casa, y que los técnicos de urbanismo correspondientes y los constructores deberían pensar mejor dónde ubican las farolas, para impedir que se entrometan donde no las llaman. Mi amiga Alba ya ha comenzado a hacer gestiones para solucionar su problema, pero de momento, tiene que aguantar la deslumbrante guasa de la farola Nicolasa.

*Pintor