El joven Farruquito, que actúa estos días en el barcelonés Teatro Victoria, está considerado el número uno de los bailaores de flamenco. Se ha dicho que era el Camarón del baile; en EEUU, en donde se le venera, le han definido como el Barishnikov del flamenco. En cualquier caso, a sus 21 años, Juan Manuel Fernández Montoya (Sevilla, 15-8-1982) ha eclipsado a los Cortés, Canales y demás.

Farruquito se lo debe todo a su abuelo Antonio Montoya, Farruco, el mejor bailaor gitano del siglo XX, según conspicuos flamencólogos. El niño se dio tanta prisa en demostrar su precocidad, que a los 2 años bailó en público en un hotel de Sevilla. Y a los 5, nada menos, debutó en Broadway con el espectáculo familiar Flamenco puro. La pureza ha sido la obsesión del gitano Farruquito: "Hoy se hacen muchas cosas para gustar a la gente. Yo, sobre el escenario, no hago nada falso, y eso para mí es flamenco".

Cuando murió el abuelo, el chico tenía 15 años, pero aceptó el reto de la herencia artística con una madurez de adulto (desde entonces imparte clases en una academia sevillana para preservar la escuela de Farruco). Todavía no había cumplido los 20 cuando el padre, cantaor, falleció de un infarto cerebral actuando con el hijo en Argentina. Desde entonces, la madre --la bailaora Farruca-- ya no baila. Sus cuatro hijos lo hacen por ella.