TLta visita de José María Aznar a George Bush entra dentro de un terreno movedizo que, por lo que veo, se empecina uno además en el error, para dar satisfacción al errado. Mala cosa. Muy mala. Peor, si todo un partido que aspira a volver a gobernar, que es tanto como en errar, se mantiene en lo dicho y hecho. Pésimo. Sucede esto en el peor momento, cuando se están cometiendo todos los errores y horrores que se cometen en las guerras, como es la humillación del contrario con desplantes y chulerías. Queda la esperanza de que el pueblo americano aplique la justicia como mejor se aplica, que es botando al sátrapa de su sillón, y lo justito sería, además, mandarlo a un correccional, aunque ya sabemos que eso se mama.

Rodríguez Zapatero, la verdad, es que está irreprochable. El que tiene, o debe de tener cuidado, es el partido y no caer como en el 82 en la borrachera del triunfo, que es donde ha caído, curiosamente, Aznar, en una especie de malla que él mismo se ha tejido como una tarántula de la euforia.

Ojo, pues, con la euforia. De euforias están las sepulturas llenas, así como de los rencores, como se desprende de las declaraciones de Teniente, a un tropezón de Gutiérrez, o que se lo dan.

Felizmente, aquí estamos los que podemos decir estas cosas, sin alarmar a nadie y contentos del impulso dado a la cultura con la colección Ortega Muñoz, donde volvió a lucir con luz propia Rodríguez Ibarra, y hasta Miguel Celdrán estuvo aseado, no sus concejales, que salieron corriendo a alguna cuchipanda. Pero ojito con las euforias. Yo, con el teatro a nivel nacional, estoy un poco preocupado.

*Escritor