TAthí los tienes, míralos qué felices, como los que celebran que les ha tocado el gordo de Navidad; sólo que en vez de regarse el cuerpo con champán, se bañan en los estanques y en las fuentes de los parques públicos", me decía el domingo pasado por la noche el octogenario escritor don Eliseo García al ver a tanta gente vitoreando a la selección española de fútbol. Y también me decía que cuando llegara a su casa, se encontraría a su yerno echando pestes por la boca contra toda esa jauría humana que con tanta exaltación celebran que otros que les representan y viven como reyes a costa de ellos, hayan ganado un trofeo del que nadie se acordará en el plazo de un mes. Los tachará de aborregados y vulgares.

Si, pero esa aglomeración de humanos estaba siendo feliz por un rato, y amigo, los ratos de felicidad suele ser besos demasiado esporádicos que nos da la vida y hay que concentrarse mucho para notarlos, qué más da que los den el fútbol, un libro o un viaje muy deseado. El objetivo de toda persona debe ser estar siempre feliz y ayudar a los demás a que lo estén. Por otro lado, al fútbol, el deporte más practicado en el mundo, apenas hemos tenido ocasión de agradecerle nada, porque no ha sido precisamente el deporte más generoso a la hora de ofrecernos triunfos importantes, así que es normal que muchos españoles lo celebren con tanta euforia. Otra cosa es que algunos se excedan y dejen como rastro de su rato de felicidad destrozos en el mobiliario público.

Si como dijo Calderón de la Barca , "el alma es patrimonio de Dios", la felicidad no es patrimonio de nadie, y por lo tanto cada uno la persigue a su manera. El pan y circo a veces puede ser más alimenticio mentalmente que el mitin y el político. Pongamos que la felicidad puede ser algo así como cualquier plato de la carta de un restaurante. Cada cual elige su plato conforme a sus gustos, y a unos les satisfacen más los platos caseros y a otros los platos de autor.

Por otro lado no olvidemos que últimamente el ser humano se concentra en masa con bastante frecuencia, y por desgracia no es precisamente para manifestar felicidad, como ha ocurrido esta vez.