Escritor

Hay que felicitarse. El asesino de la Costa del Sol no es ni lesbiana, ni maricón, ni magrebí, ni de Puerto Hurraco. No es de color, pero sí es inglés y hasta puede ser o tener raíces cristianas en sus creencias. El asesino es inglés, que es de donde quiere ser el padre de un amigo mío cada vez que cierra el periódico:

--Yo, hijo mío, quiero ser inglés.

Ayer el padre no levantaba cabeza y el hijo lo consolaba:

--Papá, qué criminales somos todos.

Pero el padre estaba inconsolable.

--Pero cómo es posible que en España, en el 36, hubiera tantos asesinos...

Porque ésta es la pregunta que traumatiza desde su juventud a su padre. Y, sobre todo, porqué queremos ser Guerrilleros de Cristo. ¿No es mejor ser amigo de Cristo, como los Amigos de Badajoz, que lo son sólo de Badajoz...? Un inglés, por supuesto, nos ha tranquilizado mucho. Cuando mata un inglés, es porque mata de verdad, y a ninguno le interesa matar por frivolidad.

Hay que felicitar a la pobre Dolores, con su cara de espanto cuando el pueblo justiciero corría detrás del coche de la Benemérita hasta abollarlo. Y a su amante, la pobre, porque no sale de su asombro después de vivir con su futuro asesino que no consumó porque ella, cuando pegaba el gatillazo diario, lo consolaba:

--Venga hombre, ánimo, que esto no es nada, que ya verás cómo el día menos pensado la metes con toda gloria. Esto de ahora es de puro macho que eres...

Y él se echaba a llorar:

--En Inglaterra me pasaba igual y por eso me vine a la Costa del Sol con Jesús Gil, a ver si me transformaba en su caballo Imperioso , pero ya ves qué desgraciado soy.

Y ella apartaba todos los cuchillos de su vista y los tenedores, dejando sólo los de postre.

Y después está la madre de King. Como su hijo, ni hablar. Es la voz de la sangre. Como lo de Almossassa en Badajoz. La voz de la sangre.