Autor teatral

Que me embalo? A mí, puestos a pasarme tres pesebres, no me ganan las muñecas de Famosa, por muy célebres que sean --patosas también-- y vayan al portal, como saturadas de ácido úrico, tal es el trabajoso bambolear que se traen entre sus piernas.

Puestos a felicitar, nadie me saca un palmo; jamás nadie me mojó la oreja, que servidor de ustedes es más cumplido que un luto en Guareña, y no me pregunten porqué. Y puestos a dar a tontas y a locas felicidades, ni la ONCE, ni la lotería del sarao me quedarán en ridículo, aunque vaya anuncio que se trae el calvo que echa bolitas al suspiro de su boca, como si fueran euros arrebatados de generosidad y desmadre.

Pero el verdadero motivo de adelantarme, de hacer de mi corazón un reno --los camellos, hoy, no se cotizan, ya sea por refunfuño de Mohamed VI, o porque las montañas de Chauen ya no son lo que eran-- es porque estoy hasta la gorrilla de que cualquier desalmado me desarme --pongamos que hablo de El Corte Inglés--, y todo se me vaya por la boca, y sea capaz de cantarle, hasta a Roldán, "vuelve a casa por Navidad".

Y es que yo, aunque de apariencia fortachona, atractiva y decidida, pues no soy nadie --amor propio que dice mi madre-- y en cuanto escucho un villancico, lo mismo me da que Fraga estuviese de picos pardos en una orgía sanguinaria y animal, pero elegantemente campestre en los Montes de Toledo, que haberle estado haciendo la respiración boca a boca a un percebe chorreando muñeiras y fuel.

Por ello esta vanguardia felicitalona, que ya sabemos lo que pasa con El tamborilero y sus secuaces, que te dicen el porropopón y te encuentras con la vaca y el buey cantando tal desatino. Y no porque no sea hermoso --el porropopón, digo--, sino porque, a ver quién es el guapo que en tal trance de paz se lo canta al gobernador de Oregón, que mandó esterilizar a gays, negros y disminuidos. Por eso corro con mis felicitaciones, no sea que el recuerdo de un pesebre me distraiga de lo que yo hubiera esterilizado, meninges aparte.

Y puestos a felicitar de antemano, pues mucho turrón duro a los de las bombas, pero con ritmo de zambomba, que dudas no falten. Las Navidades están tan bien, que nos arrullamos en una guirnalda de colores, pero están tan desposeídas de significados, que habría que adelantar las felicitaciones para no caer en tanta paz de boquiqui y en tantas felicitaciones sin sentido. Podría estar enumerando miles de razones para adelantar estos deseos, aunque he de reconocer que todavía me huele a infancia y a arbolito el porropopón.