Filólogo

Volvemos a vivir y revivir lo inmediato, liberados ya de la interminable promesa electoral que amenazaba con convertir este valle de lágrimas en paraíso anticipado.

Así que bienvenidos a la polvorienta y festiva realidad: del carrusel de las promesas y descalificaciones electorales al tío vivo de la feria cacereña, fuente de berrinches infantiles, abrillantador de bolsillos de abuelos, y piedra de toque, en la alta madrugada, de los que vuelven a gatear de la mano del fino y el cubata.

Bienvenidos de las promesas y faroles, a los farolillos de papel, rojos y amarillos, blancos y verdes bajo cuyo cielo culea y triunfa el auténtico galán de todas las ferias, Paquito el Chocolatero. Bienvenidos al polvo de la feria, al polvo rojizo del ferial cacereño que da tonalidad al pelo, al sudor, al sueño y a la sobaquina, bienvenidos al polvo que se levanta de las casetas, al polvo de talco para el cansado pie, al polvo que usted ya me entiende, al polvo de la raya, y a la misericordia por los alérgicos al polvo. Bienvenidos, de los prometidos planes de choque, al chocazo que uno puede darse con los coches chocones, en los que se puede ir, como muchos quieren ir: como locos, con todas las demagogias y todas las promesas, adelantando por la derecha, por la izquierda y por el centro. Bienvenidos al rebujito fresco y traidor que da el subidón y te convierte en el tío más salado, el más bailón, el más generoso y gentil, el ser humano con más interés de la tierra peleando por demostrar que eres capaz de salir del ovillo y la vuelta de la sevillana sin caerte.

Convencidos de que este mundo nunca dejará de ser un lagrimoso valle, nada mejor para escabullirse de él y del fardo de las elecciones, que meterse en el cuerpo a cuerpo de las sevillanas, en el flujo y reflujo del fino, en el descuere y el desbarre de cada caseta y luego, como está mandado, cada cual, que cuente la feria como le dé la gana.