Salía yo de pasar la ITV del coche unos meses después de solicitarla (atentos a la fecha, que la Administración, traidora ella, sin previo aviso de su falta de aviso, ya no avisa), cuando vi a dos señores vestidos de extraterrestre, con un largo aparato entre las piernas, sujeto por las manos, dale que te pego a las pajas de la cuneta. Era el remate. El pastizal que días antes poblaba los alrededores del ferial había sido reducido a la nada. A máquina, espero.

Esa misma noche, un enorme estruendo valenciano y colorista, unido a un derroche energético sin precedentes, inauguraban la semana ¿grande?, de la capital. Una muchedumbre de variado origen llenaba el recinto, no sin antes haber dejado sus vehículos en los amplios eriales recién afeitados. El resultado, según me cuentan, fue una nube de polvo que llegaba al poligonillo industrial precedente.

Pero eso no fue todo: al día siguiente, Cáceres amaneció invadida por una plaga de mariposas marrones, bien gordas ellas, molestas y, para muchos, repugnantes. Por las ventanas, abiertas para intentar mitigar el calor de esos días, se colaban en edificios públicos y privados como una maldición bíblica. Desorientadas, atemorizadas ante la presencia humana, buscaban dónde esconderse ante el menor movimiento de una persiana, de un papel o de la ropa tendida. Las clases, un suplicio: o cerrábamos las ventanas, a riesgo de perecer de calor, o vivíamos en un sinvivir de gritos histéricos, de carreras tras el bicho, libro en mano, o de porrazos en pupitres, cristales y ordenadores (al final han tenido una utilidad).

En el ferial, aún peor. Atraídas por las luces, parecían multiplicarse por millones en su baile sin sentido alrededor de los focos, para luego descansar en las paredes de las casetas; maldita la gracia que les hacía a los propietarios, sobre todo si vendían comida, y a los clientes, que tenían que proteger el tenedor en su viaje a la boca si no querían encontrarse un mariposón de esos en el pulpo a feira.

XYA HE DICHOx mi opinión sobre este tipo de ferias a la andaluza: en abril y en Sevilla, a ser posible. Sigo creyendo que un festejo de este tipo debería revolucionar a toda la ciudad, no convertirla en un cementerio. Los cacharritos, como decíamos en mi niñez, fuera, como un gran parque de atracciones eventual. Pero el mogollón, los bailes populares, los concursos gastronómicos, el teatro, los estrenos de cine con alguien importante, las grandes exposiciones, dentro, mostrando la alegría y las ganas de vivir de toda una ciudad.

Sinceramente, en una feria sin ningún espectáculo extraordinario, con unos festejos taurinos con toreros de prensa rosa, y un programa lleno de actividades de asociaciones de vecinos y hogares de la tercera edad (que también, pero no sólo, caray), no deja de ser curioso que lo más notable, aparte del botellón gigante y legal, hayan sido las polillas.

Apolillado es algo rancio, anticuado, carente de actualidad, según mi venerada María Moliner . Y sirve tanto para las ideas como para los individuos y sus actitudes. Después de un Womad pre-electoral con miedo al fin de semana y cartel de quinta fila, esta feria no podía tener mejor emblema que la polilla. Eso sí, los cacereños seguimos siendo gente maravillosa.

*Profesor