Hoy hace 50 años, día por día, de cuando Fidel Castro (Mayarí, Oriente, Cuba, 13-8-1926) participó en el fracasado asalto al cuartel en Santiago de Cuba.

Hecho prisionero y juzgado --entonces Castro pronunció la frase, tan controvertida luego por los hechos, "condenadme, que la historia me absolverá"--, estuvo en un tris de ser fusilado. Gracias al entonces arzobispo de Santiago le cambiaron la pena de muerte por 15 años de prisión y, amnistiado en mayo de 1955, se exilió a México. El 3 de diciembre de 1956 dirigió la también fracasada operación Granma y de ahí vino que, refugiado en Sierra Maestra con 12 de los suyos, creara el Movimiento 26 de Julio. El mismo aglutinaría a la creciente oposición al dictador Fulgencio Batista y el 8 de enero de 1959 impondría la vigente Revolución Cubana con la entrada triunfal en La Habana.

Medio siglo de un mito que ilusionó a todos los jóvenes progresistas y democráticos del mundo y que ahora --Fidel Castro lleva 44 años en ejercicio pleno del poder-- se ve como una aspiración aún válida en las ideas, pero frustrada en muchos de sus aspectos prácticos.

El comandante está cercano a cumplir los 77 años y los rumores sobre sus achaques --siempre oficialmente desmentidos-- inquietan a sus seguidores y alientan a la oposición. Porque en Cuba aún todo pasa por él.