Fue famoso y mediático el título del disco del grupo Mecano, titulado “la fiesta nacional”, hace unas décadas, en el que contenía como seña de identidad un pasodoble modernizado. Pues bien, aquello me trae el recuerdo de lo vivido ayer respecto a eso de la fiesta nacional española. Que no es otra cosa que la celebración de todo un país, o de parte de ese país en torno a una identidad, bajo unos símbolos.

Como el debate nacional o nacionalista en el sentido de lo mío y de lo tuyo lo ensombrece todo, una quisiera traer a la reflexión el valor de esa identidad patria, que nunca debiera ser contrapuesta bajo exigencias de escenarios políticos.

De los sentimientos ahí hay poco que decir el que se sitúa en el recóndito espacio de su territorio, y el que aspira al ejercicio del derecho a la Humanidad. Pues bien, hoy me gustaría detenerme en el hecho de los símbolos. La bandera, el idioma y el himno. Este último con carencia de una letra, poco consensuable en el escenario de estas Cortes, y que siempre es recordado, básicamente, en los eventos deportivos, acompañando las gestas de nuestros deportistas.

Resulta evidente que el territorio, como patria, no es sólo un terreno tangible, sino que lleva implícito sentimientos, tradiciones, relatos históricos e identidades afines, entre otros. Pero no debiera chocar todo ello con el concepto de patria. Que para algunos significa igualdad de caminos, propósitos de futuro y presente común.

Cuando observamos los distintos discursos de las Cortes Generales o debates Parlamentarios Autonómicos una tiene la sensación de encontrarse en escenarios temporales que caminan en divergencias irreconciliables. Y a veces con un sentido de rechazo tan profundo que puede albergar conductas de intolerancia de unos ciudadanos respecto a otros.

Y no lo digo desde los que puedan articular grupos separatistas, en sus estrategias de rechazo a lo español, lo digo desde ámbitos institucionales de los que se deberían prodigar actitudes y comportamientos de salvaguarda de normas y texto constitucional. Y esto es lo que choca desde el prisma de otros países. El sentir que le escenario patrio es más un problema, que el convencimiento de una realidad en la que cabemos todos.

En nuestra comunidad autónoma no existe un fenómeno del separatismo como en otros territorios, de ahí que como ciudadana entienda que no debe ser usurpado el concepto de solidaridad, por el concepto de prioridad. En este Estado de las Autonomías en el que nos encontramos la Patria debiera ser un concepto de consenso, más allá que un elemento de beligerancia política en manos del que más reivindique o presione al Gobierno Central.

Porque flaco favor le hacemos a este concepto de país, que, cuando una viaja parece vislumbrar como cuestionado por los que estamos dentro, frente al reconocimiento de los de fuera de, por ejemplo, el entorno de la Unión Europea.

Lo de la fiesta nacional debiera, por tanto, no servir para resquebrajar aquellos elementos y símbolos que nos identifican, más allá de la tolerancia debida, que hemos de practicar todos, por ello convendría reforzar lo que hoy es el país que algunos quieren convertir en el escenario de un reparto presupuestario, pero sin querer reconvenir en actitudes y comportamientos que bajo ejercicios de libertad de expresión, no debieran sucumbir a escenarios de total falta de empatía de unos ciudadanos con respecto a otros.