A partir de esta medianoche la Junta abre la mano en cuanto a las comidas y cenas en locales de hostelería se refiere, en lo tocante al grupo máximo de personas que se pueden reunir, y que pasa de seis a diez en aplicación de las facultades delegadas que el real decreto estatal del segundo estado de alarma, del 25 de octubre, otorga a los presidentes de comunidades como encargados, con un margen de flexibilidad, de su aplicación.

El ‘Plan Navidad’ ha sido un parto largo. Se han hecho necesarias varias reuniones del Consejo Interterritorial de Salud, donde se sientan el Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas, además de múltiples contactos bilaterales y a varias bandas. La diversidad de España, que a mí no me parece mal sino todo lo contrario, buena, se ha replicado en los criterios sanitarios que cada autoridad regional tiene para encarar la pandemia, dadas las circunstancias diferentes -territoriales, demográficas, de más o menos ruralidad o densidad urbana-, que a su vez se están traduciendo en distintos niveles y características de la incidencia de la covid.

Aunque también es cierto que muchas de las diferencias en las decisiones que se toman, como viene siendo crónico, son más simbólicas, nominales, o voluntariosas, diferenciaciones más que reales diferencias, por aquello de salvar la apariencia de autonomía y honrilla políticas. Al presidente andaluz le parecen sospechosos los “allegados”, por ejemplo; al gallego Feijoo aunque encarna una excelente imagen de corresponsabilidad con el Gobierno central, nunca le han faltado matices y ‘peros’ en su gestión del coronavirus, y por aquello del que no se diga, los ejecutivos vasco y catalán han exprimido la imaginación para parecer que hacen algo más distinto de lo que realmente hacen.

Choca así, y esto es una hijuela del tema principal que nos trae, que Esquerra Republicana le exija a Pedro Sánchez una “armonización fiscal”, que en realidad es que quieren que los madrileños paguen más impuestos, pero quiera saber bien poco, con el resto de partidos nacionalistas, de la armonización sanitaria.

Semanas atrás la Junta de Extremadura lanzó la idea, pretensión, o lo que fuera, de que las reuniones y comidas navideñas serían de 12 a 15 personas, y de hasta tres familias, pero llegaron los borradores del Gobierno para Navidad que hablaban de mantener los seis establecidos en el estado de alarma, luego los tirones de comunidades que abogaban por diez, como así finalmente ha sido, y sin límite de familias.

En aras a una verdadera “armonización”, el Gobierno regional aplicará del 23 de diciembre al 6 de enero un confinamiento territorial del que nunca fue partidario, y no serán 12 o 15 en cenas y comidas, sino diez, pero por un período más amplio, del 14 de diciembre al 6 de enero pero solo en restaurantes, y también en domicilios particulares cuatro días señalados: 24, 25 y 31 de diciembre, y 1 de enero.

Los datos de contagios diarios indican que el virus acecha, que ni mucho menos se va. Al menor relajo, aumentan. Es más, cuando mejoran las cifras, se diría que nos descuidamos y nos da otro zarpazo. El papel de las autoridades sigue siendo el mismo: cerrar y abrir el grifo de la actividad social para que el sistema sanitario sea capaz sin agobios de localizar, atender y curar pacientes; como administrar las compuertas de una presa a la que no dejan de llegar grandes caudales.

A las comunidades o países que no hace polvo una ola, lo hace la siguiente. Es inevitable que el virus llegue de alguna forma a casi toda la población, la cuestión es salvaguardar a los más vulnerables hasta que podamos vacunarles, y esperar a que la intensidad viral se vaya atenuando. Quienes se atreven a decirlo, pronostican una tercera ola en enero, después de estos puentes y Navidades, y en su Plan Navidad la Junta ya avisa de cerrar el grifo si los datos empeoran. Tengamos las fiestas en paz.