La templanza y el sentido común de la sociedad española es muy superior a lo que presumen quienes intentan con sus soflamas crispar el ambiente cívico. La Fiesta Nacional se celebró ayer en un clima de total normalidad y solo son dignos de mención los abucheos que sufrió el presidente del Gobierno en un par de momentos de los actos militares conmemorativos. Silbidos y gritos de "Zapatero, dimisión" pudieron oírse en un instante especialmente inoportuno: cuando se rendía homenaje con gran solemnidad a los soldados españoles fallecidos este año en acto de servicio. El presidente restó importancia a los abucheos, que sufría por tercer año consecutivo, e incluso el líder del PP, Mariano Rajoy, se mostró en contra de esos comportamientos. La sangre, pues, no llegó al río, pese a la tensión acumulada en los días previos. Muchas de las miradas durante el desfile militar de ayer y la posterior recepción en el Palacio Real estaban puestas en Juan Carlos, dado el ruido mediático que han provocado las minoritarias quemas de fotografías del Monarca. Pero ni el Rey ni el Príncipe hicieron comentario alguno sobre el asunto y, como cabía esperar, se comportaron con absoluta normalidad. Y dentro de esa normalidad debe circunscribirse la presencia, por ejemplo, del presidente de la Generalitat en los actos. José Montilla asistió a la parada militar y a la recepción, como la mayoría de los presidentes autonómicos, aunque faltara de nuevo el lendakari Juan José Ibarretxe.