Dramaturgo

Hoy 1 de Mayo se celebra la Fiesta del Trabajo. Yo nunca he entendido bien lo de Fiesta del Trabajo y menos lo de San José Obrero con que la dictadura camufló esta jornada de lucha y reivindicación.

Siempre me ha resultado excitante ver en el calendario una fecha que se oponía frontalmente a las otras señaladas en rojo: domingos, fiestas de guardar, días para comprar en el Corte Inglés por culpa de la madre, del padre y hasta de no sé qué días de oro, santos patrones y estudiantes que se caían, caudillos que se levantaban y dieciochos de julio con pagas extraordinarias. El color rojo de las fechas señaladas sólo es merecido por este día, 1 de Mayo, y su presencia en los calendarios de todo el mundo es como un grito rebelde, como anunciar que no está todo perdido y que los parias de la tierra siguen siendo legión, en algunos lugares más famélica que en otros, en algunos países más carbonizada que en otros (sobre todo allá donde las bombas hacen nido) y en todos, sin excepción, una legión casi muda, sojuzgada y explotada por causa de la balanza de pagos, los beneficios netos y la prosperidad de accionistas, consejeros, administradores y otros habituales del ramo.

Hasta anteayer un fantasma recorría el mundo (parafraseando a Marx) y ya se pensaba que esto del rojerío y la lucha obrera y sindical estaba demodé , pero se equivocaron. Los portavoces oficiales del neoliberalismo aún no pueden cerrar las quijadas al comprobar que esos jóvenes anestesiados salían a las calles, que los rojos no se habían vuelto amarillos y que las masas son las masas aunque en algunas cadenas de televisión se prefiera Cine de barrio para estar al día.