Avotar. Organizar las papeletas y sobres recibidos en casa, si es que no se había hecho ya, y esa costumbre desconfiada de volver a sacarla y mirarla para asegurarnos de que no nos hemos equivocado. Elegir la hora, ¿temprano?, bueno, no es para tanto, un domingo se puede permitir uno o una cierta holgazanería, claro que luego al final acabamos muchos en esa hora crítica de la una o una y media cuando más gente hay y terminas saludando a los vecinos tratando de adivinar. «¿qué votarán?».

Las elecciones al Parlamento Europeo no son ninguna ‘maría’. El otro día en una charla organizada por Comisiones Obreras en Badajoz una conferenciante bien ilustrada en cuestiones de la Unión aclaraba que las decisiones de la Comisión Europea, en forma de reglamento, son de aplicación inmediata en todos los países por ejemplo, y de ellos hay a centenares, otra cosa son las directivas que sí necesitan trasposición a las circunstancias de cada país.

Se temía, no sé si sigue temiéndose, que un tercio de los escaños del nuevo Parlamento Europeo cayeran en manos de la extrema derecha, una sombra que se habría visto mermada por dos hechos, el frenazo a la ola de esa tendencia en España habida en las elecciones generales, y el escándalo despertado en Austria donde el vicepresidente fue sorprendido en asuntos turbios con Rusia y él, y sus compañeros extremistas de gobierno, han salido por la ventana.

En un mundo de enormes bloques económicos, militares, tecnológicos y demográficos, la misma Alemania, el país europeo más poderoso, poco tendría que hacer, sobre todo en un futuro donde países como China o India, que van casi a la par y la segunda adelantará a la primera según los pronósticos, empiezan a rondar los 1.500 millones de habitantes cada una.

La Unión Europea con casi 444 millones de habitantes una vez descontados los 65 del Reino Unido, y de los que España aporta algo más del diez por ciento, se sitúa teóricamente como tercera entidad política, aunque sea en ciernes, tras esos dos gigantes asiáticos, y por delante de la gran potencia occidental que es Estados Unidos con sus 329 millones; una Europa minada parcialmente por una Rusia que con sus 147 millones de personas goza de un poder que solo se puede explicar por su atrevimiento militar y los nuevos tipos de guerra tecnológica y de desinformación, ya que su producto interior bruto es solo ligeramente superior al de España a la que triplica en población.

En estas elecciones Extremadura aportará con seguridad dos europarlamentarios españoles, la llerenense María Eugenia Rodríguez Palop, que a última hora pero con mucha desenvoltura se ha convertido en cabeza de lista de Unidas Podemos Cambiar Europa (Podemos, IU, más los homólogos de Podemos en Cataluña y Barcelona), y el socialista Ignacio Sánchez Amor (vitalmente, a medio camino entre la Vera y Mérida), que intervino también en esas jornadas de CCOO en Badajoz y admitía que las atribuciones del Parlamento Europeo frente a la Comisión son aún escasas y hay que ir a una integración mayor de los países de la UE.

Es posible que en Bruselas, y en Estrasburgo, se comprenda de forma transversal entre populares, socialdemocrátas y socialistas, liberales, la izquierda unitaria y verde, y lo que queda de la democracia cristiana, que hay que combatir de forma unida las tendencias explosivas del interior que vienen de una Hungría en el eje Rusia-Trump, pero que también han anidado demasiado en países como Italia, Holanda o Francia además de Polonia.

Unas tendencias con miras al pasado que también veremos hoy en nuestras papeletas de las elecciones autonómicas y municipales. En todos esos comicios se aclarará por ejemplo el liderazgo real de la derecha por el que peleaban en el debate de Canal Extremadura dos candidatos, cara a una legislatura que va a ser de cambios importantes, en las políticas pero también en las personas.