La cultura del miedo se rompió primero en Túnez. Ahora se ha roto en Egipto. Las protestas registradas desde el martes en El Cairo y en otras ciudades egipcias se han realizado ignorando las advertencias de las autoridades. Es prematuro hablar de una primavera árabe, pero lo cierto es que lo ocurrido en Túnez está teniendo una gran influencia en los países de la zona. Comparten con aquel país muchos problemas, empezando por tener regímenes autocráticos, corruptos y de larga duración, junto a una amplísima población joven que carece de cualquier expectativa de futuro.

Sin embargo, las diferencias entre Túnez y Egipto son muy notables. Este último país no tiene la clase media que en Túnez ha hecho posible en buena parte la revuelta. En el país del Nilo, el 40% de la población gana menos de un dólar al día, el analfabetismo está muy extendido y el uso de internet, aunque las redes sociales son importantes en la protesta, es muy limitado.

Otra diferencia fundamental es el papel del islamismo político. Mientras en Túnez, de momento, se ha visto que era irrelevante, en Egipto los Hermanos Musulmanes constituyen la auténtica oposición organizada al rais Hosni Mubarak. Y no se trata de una organización de corta vida. Su historia se remonta a 1928 y en su ideario está la implantación de la ley islámica, aunque ha evolucionado hacia posturas no violentas para conseguirlo. A diferencia de Túnez, cuya importancia en la política de Oriente Próximo ha sido casi irrelevante al margen de ofrecer refugio a los dirigentes palestinos en el pasado, Egipto ha sido una pieza fundamental en el tablero geopolítico de la zona. Ha sido un interlocutor privilegiado de EEUU y por este papel se le han perdonado todos los excesos corruptos y liberticidas. Ahora, desde Washington se insta a Mubarak a permitir las protestas y a introducir reformas sociales en lo que parece una clara señal de que se le considera un líder ya amortizado. En palabras del portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs, el Gobierno de Egipto debe ser "receptivo" ante las "necesidades legítimas" del pueblo egipcio, y debe apoyar los "derechos universales de libertad de expresión, asociación y reunión".

No está nada claro cómo saldrá Túnez de su revolución, ni hacia dónde derivarán las protestas de los egipcios, pero la olla a presión que es toda la zona se está destapando y el resultado puede ser un periodo de gran inestabilidad con mayores frustraciones.