Llevamos un mes de confinamiento más otro esperándonos; lapso al que habrá que sumar una vuelta escalonada a la normalidad. Esto quiere decir que, en el mejor de los casos, las escuelas podrían abrirse a finales de mayo o principios de junio, justo cuando, en circunstancias normales, comienza la recta final del curso. ¿Qué se puede hacer entonces para darlo por acabado? Ahí van un par de consideraciones y alguna propuesta.

Lo primero es comprender que proseguir el curso de modo telemático no es una opción. Cuando los profesores escuchamos, atónitos, cómo la Administración, a la vez que cerraba las escuelas, difundía el mensaje de que «todo seguiría igual», pero «por internet», supusimos que no era más que una mentira piadosa para que no cundiera el pánico y ganar algo de tiempo. Pero, tras cuatro semanas de cuarentena, es hora de hablar más claro: ni el curso «ha seguido por internet», ni existe un sistema educativo «on line» que permita hacerlo. Hay, sí, profesores y gestores entusiastas de las nuevas tecnologías, Centros muy implicados en el trabajo con plataformas digitales, alumnos y familias más o menos comprometidas y/o estresadas con el invento, una red más o menos regular de formación, y meritorios esfuerzos por dotar de recursos a alumnos desfavorecidos... Pero todo esto no constituye un sistema educativo público, ni siquiera de «campaña». No ya porque en muchos hogares aún falten medios (equipos, ancho de banda, apoyos, orientación) que garanticen cierto nivel de equidad, ni porque a los docentes les falte por adquirir competencias digitales; es que las Administraciones, desbordadas o bloqueadas, no han tomado realmente ninguna decisión relevante al respecto: ni han establecido protocolos de gestión, ni criterios de actuación docente, ni adaptación de currículos, ni patrones de seguimiento del trabajo en los Centros, ni comités de expertos, ni nada que pudiera sustentar un proyecto viable de fin de curso virtual. Por tanto, seguir y evaluar el curso telemáticamente resultaría, a estas alturas, un completo despropósito.

La segunda consideración, y en línea con lo anterior, es un requerimiento para que esas mismas Administraciones, más allá de delegar en Centros y docentes, tomen, de una vez, las decisiones oportunas. ¿Cuáles? Alternativas hay muchas. Eso sí, dicho lo dicho, todas ellas habrían de pasar por la recuperación de las clases presenciales: desde el plan de continuar el curso a finales de mayo, a la propuesta de reiniciar el curso en septiembre.

Ahora bien, dadas las circunstancias, la opción de recuperar el curso en mayo-junio, o incluso julio, parece difícil (la falta de climatización de los Centros sería aquí un problema añadido), con lo que se debería ir pensando en dar el curso por finalizado -o, al menos, parcialmente aplazado-, sumando la materia que se considere indispensable al curso próximo (mediante una adaptación curricular generalizada) y evaluando lo impartido en este en base a lo logrado en los dos primeros trimestres (más alguna nota positiva en relación con el trabajo durante el confinamiento). En caso de cursos terminales, o alumnos que no pudieran superarlo, se podría habilitar un período excepcional (septiembre y octubre), para finalizar o recuperar presencialmente el trimestre o el curso, retrasando así unas semanas el inicio del nuevo periodo académico. Todo ello sin demérito del apoyo que, durante todo ese tiempo, se pueda proporcionar a alumnos y familias vía telemática, a través de profesores, tutores y orientadores, concentrando especialmente el esfuerzo y los recursos en aquellos alumnos que más lo necesiten -de manera que, tampoco en educación, «se deje a nadie atrás»-.

En todo caso, la Administración ha de decidirse. Y si la suspensión del curso «relaja» a los alumnos (como preocupa a algunos), mejor que mejor. ¿O es que temen que -aún encerrados como están- se desmanden, o que pierdan interés en aprender -en lugar, como es natural, de ganarlo- en caso de eliminar o aplazar unos cuantos exámenes? Supondría una muy pobre reflexión; y una más lamentable concepción aún de lo que significan la educación y el aprendizaje.

*Profesor de Filosofía y miembro del Consejo Escolar de Extremadura.