El pacto presupuestario del Gobierno con Podemos de esta semana tiene mucha más trascendencia de la que parece. No tanto por el acuerdo en sí, que permite presentar unas cuentas en el Congreso de los Diputados avaladas por 156 diputados, sino por lo que de alianza futura se refiere. Aunque no salga adelante el presupuesto, cosa que dudo dado el posionamiento a favor del PNV y de Esquerra Republicana, (solo bastaría la abstención del PdCat), el acuerdo rubricado entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en Moncloa presenta un elemento de comunión (ya planteada en su momento por el defenestrado Íñigo Errejón) capaz de fraguar una coalición programática con la que formar un futuro gobierno de izquierdas caso de que las urnas acompañen y la derecha, ahora fragmentada, lo permita.

Los gobiernos monocolor que hemos conocido hasta ahora en nuestra joven democracia van camino de desaparecer. El hecho de que Podemos y Ciudadanos hayan aparecido como fuerzas políticas solventes y con proyección de mantenerse en el tiempo ha traído consigo unas nuevas reglas del juego según las cuales ya no es suficiente con ganar las elecciones, ahora hay que saber pactar a posteriori. Y si hasta este momento se podían establecer gobiernos en minoría donde cada presidente tenía la difícil tarea de salvar el escollo del poder legislativo, vamos a un escenario donde dos fuerzas políticas puedan sumar y compartir una misma responsabilidad de gobierno. Hay que tener en cuenta que cuánto más se unan PSOE y Podemos, más se condena al PP y a Ciudadanos a entenderse.

¿Y en Extremadura? En nuestra región no se ven alianzas a priori. Primero, porque PSOE y PP suman más de 75% del voto (el resto de formaciones hacen funciones de bisagra); y segundo, porque no existe tradición de comunión entre fuerzas del mismo espectro ideológico, sino todo lo contrario: lucha y enemistad.

En la actualidad, el reparto de escaños en el Parlamento extremeño es de 30 diputados el PSOE, 27 el PP (tenía uno más que se ha ido a Vox), 6 Podemos y 1 Ciudadanos. Guillermo Fernández Vara gobierna en minoría gracias al voto a favor de Podemos, si bien el resto de fuerzas políticas se abstuvieron en su investidura como compromiso electoral de dejar gobernar la lista más votada, un lema, por cierto, sobre el que tengo serias dudas de que valga para esta ocasión.

Lo que pase en las elecciones de mayo del 2019 es una incógnita a fecha de hoy. Lo que sí parece claro es que las 4 formaciones con representación parlamentaria volverán a la Asamblea. En ese caso, y sin mayorías absolutas encima de la mesa, el PSOE podría pactar en teoría con Podemos y alcanzar una mayoría solvente, y el PP lo mismo con Ciudadanos, eso con independencia de quién ganara las elecciones.

Sin embargo, en Extremadura existe escaso ‘feeling’ entre las formaciones que, se supone, comulgan de los mismos principios. PSOE y Podemos no se entienden, salvo el acuerdo presupuestario de este año; y PP y Ciudadanos se pelean constantemente por un mismo espacio electoral e incluso se ‘roban’ los dirigentes y candidatos.

¿Cabe la posibilidad de otros pactos? En el caso del PP imposible alcanzar acuerdo alguno con Podemos, sería mezclar el agua con el aceite. En el caso del PSOE, por el contrario, sí cabría un hipotético acercamiento a Ciudadanos si Podemos-Extremadura no se aviene a razones ni se deja adoctrinar por la nueva ola de comunión que le viene de Madrid. En esta tesis están dirigentes de una y otra formación, entrando en la hipotética negociación no solo el gobierno de la Junta de Extremadura, sino el de los principales ayuntamientos de la región.

Solo hay una encuesta con cierto rigor sobre la mesa y es la del PSOE. En ella vuelven a ganar las elecciones los socialistas alcanzando el diputado 31. Le faltan para gobernar con la tranquilidad de una mayoría absoluta solo 2 escaños. Con opciones hacia la izquierda y opciones hacia el centro derecha, ¿por qué despreciar una de las dos direcciones? Los movimientos se están dando ya y las reuniones de dirigentes de uno y otro signo se producen al más alto nivel de forma discreta. Saben que la mayoría absoluta es prácticamente imposible, y a partir de ahí hay partido en la que cada cual debe saber jugar sus cartas. Quedan seis meses de precampaña para hablar, luego empezará la carrera.