WCw ontrariamente a lo que muchos esperaban, no ha habido acuerdo de última hora entre las partes enfrentadas y este fin de semana una huelga de jugadores ha frustrado el inicio de la temporada de fútbol en Primera y Segunda división. Es la quinta vez que un conflicto de tipo laboral en el hiperprofesionalizado balompié español culmina en un paro, pero el anterior se remonta a 1984, lo que permite la sensación de que nos hallamos ante un hecho novedoso. Sin embargo, lo que realmente no tiene precedentes es el pavoroso nivel de endeudamiento de muchos clubs en España, el auténtico telón de fondo de una situación insostenible y de la que el impago a futbolistas es solo una muestra.

Tiene razón la AFE cuando reclama que los clubs cumplan los contratos y cuando aspira a que la ley concursal deje de ser el refugio de sociedades deportivas insolventes que escapan al descenso de categoría pese a no haber atendido sus obligaciones con los jugadores, la piedra angular del enorme espectáculo y negocio que es hoy el fútbol. Pero tarde o temprano deberá aceptar que solo un pacto global estratégico que limite los gastos --y los salarios son los más importantes-- hará viable el fútbol de élite en España. Mientras, hay que desear un pacto cuanto antes en el conflicto actual, que necesariamente debe incluir recuperar la jornada hoy perdida. Una Liga de 37 partidos sería una anomalía mayor que la huelga y adulteraría la competición.