Rajoy y Zapatero celebrarán ante las cámaras de televisión dos debates cara a cara durante la campaña electoral. Tras un absurdo tira y afloja sobre en qué cadena llevarlos a cabo, al final han accedido que sea la Academia de la Televisión la que organice y realice los debates y ofrezca la señal a las cadenas que quieran transmitirla. El PP exigía que fueran las privadas Tele 5 y Antena 3 TV las que se hicieran cargo de un debate cada una, marginando de forma escandalosa a la cadena pública, lo cual resultaba inasumible para el partido socialista. La fórmula de utilizar la Academia de la Televisión permite salvar la cara a unos y otros, aunque ahora llega la incómoda tarea de seleccionar a los moderadores. Hubiera sido ridículo que mientras nuestra opinión pública asiste con interés a una precampaña electoral en Estados Unidos que ha consumido ya una veintena de debates en televisión, acudiera a las urnas propias sin que se celebrara ni un solo cara a cara entre los dos principales aspirantes a la Moncloa, como lamentablemente ha sucedido desde las elecciones de 1993, cuando se enfrentaron por dos veces en televisión José María Aznar y Felipe González. Los debates electorales, cuya celebración regular debería ser una obligación democrática, solo se celebran, sin embargo, cuando los contrincantes tienen necesidad objetiva de ellos. A Zapatero le conviene movilizar al electorado, sabedor de que una alta participación le favorece. A Rajoy, por ser el aspirante, que tiene poco que perder y mucho que ganar si logra acorralar al presidente. Ahora, a esperar un debate que debe ser ordenado y educado, pero también vivo y clarificador.