XRxeflexionar sobre el futuro del Sistema Nacional de Salud es bueno y conveniente. Los últimos datos del Informe Anual del Observatorio del SNS revelan una situación no demasiado brillante sobre la sanidad, con desajustes preocupantes si no se pone remedio a corto plazo en un sistema sanitario que empieza a tener goteras en sus propias estructuras ante el cisma producido entre la financiación y el aumento progresivo de la demanda de los pacientes. Los usuarios siguen satisfechos con el sistema, pero cada vez menos. Muchas son las razones de este descontento.

Las listas de espera son la principal, tanto las diagnósticas como las quirúrgicas, a lo que se suma la dificultad para una conseguir cita con la menor brevedad posible en Atención Primaria. Los datos del observatorio también ponen en entredicho a aquéllos que opinan que contamos con una sanidad pública de primer nivel haciéndose eco de la reforma de los centros sanitarios o la implantación de nuevos hospitales que atiendan las necesidades de los usuarios, cuando la realidad muestra que existen escasos recursos económicos en el SNS en comparación con la riqueza nacional.

Nadie discute hoy en día que el verdadero problema de la financiación es que las cifras están congeladas: de acuerdo con los datos de la OCDE, el gasto público en Sanidad se mantiene en el 5,4% del PIB desde 1994, cuando en 1993 llegó a ser el 5,8%. Este estancamiento contrasta con el aumento de la población, que sólo entre 1998 y 2002 ha pasado de 39,9 a 42,7 millones, de acuerdo con los datos del Instituto Nacional de Estadística. De nuestros vecinos europeos, sólo Grecia, que dedica el 5% de su PIB a sanidad, se mantiene por debajo de España. Hasta Portugal ha pasado de dedicar el 4,2% del PIB al 6,5%, entre 1992 y 2002.

Dentro de este panorama, con cifras bastante elocuentes de las deficiencias que arrastramos los españoles, destaca el importante papel que realizan los profesionales sanitarios en el SNS. Con escasos recursos humanos y materiales hemos colocado a nuestra sanidad en un lugar de honor entre todos los sistemas sanitarios, como muy bien reconocen los expertos y los propios organismos sanitarios mundiales.

No obstante, esta situación no puede continuar por el mismo camino. En la actualidad se está tomando conciencia de la imperiosa necesidad de aportar más recursos financieros al sistema sanitario, con el objetivo de poner en marcha una profunda reforma del SNS que permita afrontar con garantías los retos que tiene ante sí en las próximas décadas, debido a los cambios profundos que sufrirá nuestra población con el envejecimiento o las inmigraciones. O al menos así parecen demostrarlo las últimas informaciones aparecidas en prensa en relación con la financiación de la Sanidad.

El 2005 traerá importantes cambios en el SNS. Es previsible que el primero sea la próxima Conferencia de Presidentes de las Comunidades Autónomas, que tendrá de nuevo en su orden del día las propuestas de financiación del Sistema Nacional de Salud. Las autonomías, como responsables directas de la gestión de la Sanidad, son las que tendrán que llegar a acuerdos con el Gobierno central sobre el modelo de financiación que resuelva los nubarrones que aquejan hoy al sistema sanitario. Una oportunidad que no puede desaprovecharse si queremos mantener el listón de una Sanidad de calidad a largo plazo. Lo contrario sería cargarnos el SNS, algo que no nos perdonarían las próximas generaciones de españoles.

*Secretario autonómico de SATSE