TLta sospecha de que la corrupción urbanística tiene algo que ver con la financiación irregular de los partidos políticos se remonta a los primeros balbuceos de la Transición. Es una fea sospecha porque en el país de los pisos inalcanzables la idea de que la avaricia de los partidos tiene algo que ver en esto causa alarma e indignación y erosiona la confianza de los ciudadanos en el sistema partidario, pero, incomprensiblemente, los partidos no hacen todo lo que está en su mano por conjurar ese fantasma. Aunque salimos a un proyecto de ley para reformar la financiación de los partidos por legislatura, ninguno de ellos ha conseguido convertirse en ley, todos decaen antes de que de tiempo a aprobarlos, siempre se acaba la legislatura antes de que lleguen al BOE.

Nadie está libre de que le salga un corrupto en su casa, evidentemente, tampoco los partidos políticos. Si eso fuera todo, a la cárcel con ellos, a la cárcel y en paz. Pero la sospecha (en realidad, la certeza) de que los casos de corrupción urbanística municipal descubiertos son la punta de un iceberg al que no son ajenas las propias arcas de los partidos no se ha asentado por los casos individuales de corrupción sino a fuerza de ver como los partidos a los que pertenecen esos corruptos individuales silban, marean la perdiz y miran hacia otro sitio en vez de atajar el mal desde la raíz. Decir que no les interesa atajarlo tal vez sea mucho decir, pero, si no, ¿por qué no han reformado ya la ley de financiación de los partidos?

Recordar que también la actual Legislatura lleva esa ley en el horno me parece una buena forma de celebrar el último aniversario de la Constitución, en verano el rumor que corría por los pasillos del Congreso era que antes de fin de año podría salir adelante con el consenso del PSOE y del PP. Aún no se ha acabado el año, o sea que aún es posible mantener la esperanza de que la decencia se imponga. Mientras tanto, por favor, a otro perro con el hueso del tú más y el tú también , que en materia de corrupción urbanística los españoles somos perro viejo y hacen falta más que palabras para convencernos de que la hipócrita escandalera que aflora siempre que hay elecciones a cuenta de la cuota partidaria de chorizos y ladrones urbanísticos esconde algún propósito de ir a la raíz en vez de a las ramas tras las que los partidos intentan ocultar sus propias vergüenzas... hasta que se cierran las urnas, escampa y remite la alarma social.

*Periodista